“Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba; para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13: 34-35).
Contar historias ficticias ilustrativas (parábolas) o historias reales es un poderoso recurso didáctico. Los alumnos de Derecho, por ejemplo, escuchan muchas historias de casos de la justicia a lo largo de su carrera. Ellos estudian bastante jurisprudencia, o sea, hechos pasados y cómo fueron juzgados. Los alumnos de Medicina estudian casos de enfermedades, cómo fueron tratados y los resultados que se obtuvieron. Incluso estudian la historia de los tratamientos. Los alumnos de Periodismo también estudian hechos del pasado. Imagine cuánto estudiarán historia los alumnos de Historia. Los poetas recurren a metáforas. El uso de historias y metáforas aún es de uso frecuente en el medio académico; hace falta utilizarlo más en el medio religioso, pues sería muy provechoso. JESÚS fue un gran contador de parábolas, y él sin duda sabía lo que estaba haciendo. Las multitudes que lo seguían son la prueba del suceso del Maestro. El tamaño actual del cristianismo, con más de 2,300 millones de fieles, también.
JESÚS conocía las Escrituras. Las había estudiado en su casa pues nunca fue a la escuela. José y María eran pobres, pero de alguna manera sabían leer y tenían acceso a las Escrituras. Eso nos enseña que, aún en la pobreza, debe hacerse un esfuerzo por la educación. A decir verdad, JESÚS recibió una educación de primera categoría. Él era el mejor argumentador fundamentado en la Biblia, de aquél tiempo y de todos los tiempos. Esto quiere decir que él estudió todos los libros del Antiguo Testamento aún en su niñez y juventud. No sería exagerado decir que sabía de memoria todos los textos y sólo no citaba los versículos porque en su época la Biblia aún no estaba dividida en capítulos y versículos. Es interesante notar que JESÚS usaba mucho la expresión “escrito está” y asimismo usaba con frecuencia, para refutar, “también escrito está”, y luego citaba el trozo que quería. Cuando alguien argumenta algo errado citando un trozo de la Biblia, aprendemos de JESÚS a usar otro trozo, diciendo “también escrito está” para decir que en la Biblia no puede haber contradicción, por lo que, para citar un ejemplo, no puede en un lugar decir que el alma es inmortal y en otro que ella es mortal.
JESÚS vivía por las Escrituras. Él obedecía lo que en ellas estaba escrito, y valoraba al Antiguo Testamento. Ni una sola vez siquiera mencionó que ese testamento sería abolido o que cedería su valor al Nuevo Testamento. Y él era, sin duda, la mayor autoridad sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Tampoco se refirió nunca al cambio del sábado por el domingo, todo lo contrario, dijo que vino para obedecer y confirmar la Ley. Es más, si JESÚS hubiese dicho que habría un cambio en la Ley, ese cambio tendría que haberse hecho antes de su muerte, para evitarla. Si Él murió a causa de las transgresiones de la Ley, es evidente que jamás la ley sería alterada después de su muerte. Si DIOS hiciese tal cosa, estaría practicando una enorme incoherencia, pues ¿cómo se podría explicar la muerte de JESÚS a causa de la transgresión de la Ley si esta podría ser alterada?
JESÚS hizo una comparación más radical. Dos hombres construyeron sus casas en una región de playa. Uno simplemente la fundamentó encima de la arena sin muchos cuidados, pero el otro fue más cauto y buscó un lugar en donde hubiese una roca y fijó sobre ella los fundamentos de su casa. La casa de éste fue más cara evidentemente. Todo iba bien hasta que cierto día, como es común en las playas, irrumpió una fuerte tempestad que golpeó violentamente a las dos casas. La que fue construida sobre la arena no resistió y fue destruida, pero la otra se mantuvo firme y nada sucedió con ella. Los habitantes de la casa construida sobre la arena se quedaron a la intemperie teniendo que buscar abrigo; sin embargo, los de la casa construida sobre la roca no tuvieron que salir pues estaban seguros dentro de la casa sólida.
Ser discípulo también tiene su costo y necesita de un fundamento sólido. El fundamento es la Biblia y actualmente también el Espíritu de Profecía, que debemos tomar como nuestros manuales de supervivencia. Sirven de orientación sobre cómo proceder a cada momento en todo lo que hacemos, para que sea bien hecho, siempre según la voluntad de DIOS, nuestro Creador y Salvador. Un buen fundamento espiritual es igual a una casa edificada sobre la roca ya que ofrece protección contra las tempestades de los ataques del enemigo.
Los costos del discipulado pueden ser altos. En tiempos normales como en los que aún estamos no se nota la diferencia en esos costos, pero cuando lleguen los tiempos de opresión, el hecho de ser discípulo atraerá el odio de los seguidores del enemigo. Ocurrirán muchos sufrimientos, prisiones y muertes, y la persecución será permanente. Ese es el costo de ser un verdadero cristiano, aquél que sigue a la Biblia conforme a lo que en ella está escrito. Pero ese costo será soportado cuando el fundamento sea firme.
Uno de los asuntos preferidos por JESÚS era sobre las actividades agrícolas. Él creó diversas ilustraciones relacionadas con esas actividades. Una de ellas fue la parábola del sembrador, cuya semilla cayó en cuatro tipos de tierra. Está en Mateo 13:1-23.
El sembrador salió a sembrar y la semilla cayó en diversos lugares. Una parte cayó junto al camino, tierra dura y desprotegida. Esa semilla ni nació pues los pájaros la comieron, y representa a aquellas personas que muy rápidamente reciben las enseñanzas, pero ni las llegan a comprender, tal vez porque no quieran o porque no tienen interés, y así la Palabra de DIOS no produce en ellas ningún efecto.
Otra parte cayó en tierra pedregosa. Simboliza a aquellos que reciben la Palabra con alegría, pero no se profundizan en ella y tienen poca voluntad de ser transformados. Por eso la semilla echa raíces pero muy superficiales, y luego el sol las destruye, o sea, desisten apenas surgen los primeros problemas del mundo.
Una parte de la semilla cayó entre plantas dañinas así como las espinas y abrojos. Esa tierra representa a un corazón que oye la Palabra y la recibe, pero está dividido con los intereses del mundo, los cuales terminan por ahogar esa plantita de buena semilla.
Finalmente, una parte de la semilla cayó en buena tierra. Esa parte ilustra a aquellos corazones que reciben la Palabra y tienen interés en ella, se profundizan y dan frutos en abundancia. Esos frutos son el trabajo por las otras personas para que también se salven.
JESÚS contó una parábola más. Un agricultor preparó la tierra y sembró trigo, una buena semilla. Pero por la noche vino un enemigo y sembró entre el trigo una mala semilla – cizaña, parecida al trigo. Al descubrir la cizaña, el empleado preguntó al patrón si podía arrancarla. El patrón fue sabio y le dijo que las deje crecer juntas y que al final primero arranque la cizaña y la queme, y que después coseche el trigo.
Cuando están maduras, el trigo se inclina pues sus espigas están llenas del cereal, en cambio la cizaña, orgullosa, se mantiene recta por encima del trigo, pues sólo tiene paja y nada de contenido. Así resulta fácil separar el uno del otro ya que se arranca la cizaña más alta y se deja el trigo para cosechar después. Así era en aquellos tiempos en que se cosechaba manualmente.
En primer lugar, espiritualmente hablando, esa parábola significa que la cizaña puede aún ser transformada en trigo, por eso no se arranca de inmediato, para que tenga esa oportunidad. Cizaña significa miembros que están en la iglesia, pero cuyos intereses están más en el mundo que en la salvación. Puede que un día permitan ser transformados en trigo. La cizaña que se queda hasta el final tiene la oportunidad hasta ese tiempo, y si no se convierte de verdad, entonces será arrancada y lanzada al fuego. No sirve para otra cosa, pues solo tiene paja liviana sin substancia.
“Tanto la parábola de la cizaña como la de la red enseñan claramente que no hay un tiempo en el cual todos los malos se volverán a Dios. El trigo y la cizaña crecen juntos hasta la cosecha. Los buenos y los malos peces son llevados juntamente a la orilla para efectuar una separación final. Además, estas parábolas enseñan que no habrá más tiempo de gracia después del juicio. Una vez concluida la obra del Evangelio, sigue inmediatamente la separación de los buenos y los malos, y el destino de cada clase de personas queda fijado para siempre” (Palabras de Vida del Gran Maestro, 93-94).
¿Qué significa ser un revolucionario? JESÚS fue uno de ellos y necesitamos entender lo que esa palabra significa. Ser revolucionario no se relaciona sólo con hacer una guerra con armas mortíferas y cambiar el orden de las cosas. Significa también todas las acciones que resultan en cambios en el curso del rumbo de una sociedad o de un grupo de personas. Tiene que ver con un cambio radical en las costumbres de una sociedad, cosa que JESÚS consiguió. Él logró cambios con sólo sus enseñanzas, sin nunca recurrir a un arma de guerra. Es imposible evaluar hoy lo peor que sería el mundo, si no fuese por JESÚS y sus 3 años y medio de predicaciones y enseñanzas, así como por la Biblia inspirada. Es necesario ser muy sabio para hacer una revolución social que no sea por la fuerza ni por la violencia. JESÚS la hizo, y muchos serán salvos para la eternidad en razón de los cambios que produjo en sus vidas.
Quien también es visto como un revolucionario sin armas es el indio Mahatma Gandhi, cuyo nombre real fue Mohandas Karamchand Gandhi. Él condujo la revolución de la sal en la India contra el Imperio Británico, y venció sin disparar un único tiro ni matar a ninguna persona. Lo que consiguió fue la independencia de la India.
Ser un revolucionario como JESÚS significa poder para transformar, de forma permanente, malas costumbres en buenas costumbres. Y JESÚS hizo eso solamente por medio de sus enseñanzas. Muchos millones de personas cambiaron para vida eterna, personas que fueron transformadas de pecadoras en no pecadoras, lo cual es una revolución radical en la vida de ellas. Es necesario decir que Satanás también fue un revolucionario, solo que del mal: basta ver lo que hizo en la vida de Adán y Eva y de sus descendientes. Otra revolución está en marcha, la del bien, por la cual JESÚS sigue transformando millares de personas pecadoras en personas capaces de amar y de perdonar, así como de vivir de acuerdo con la Ley de DIOS, que es la ley del amor y de la justicia.
JESÚS fue el gran contador de parábolas, y nadie más. En el Nuevo Testamento, Pablo, Pedro, Juan y otros profetas y discípulos contaron muy pocas parábolas. Pero eso no quiere decir que esos predicadores fueran aburridos, por el contrario, sabemos que atraían multitudes y el cristianismo creció en el tiempo de ellos. Aun así, una pregunta, ¿perdieron al no valerse de ese recurso? Creemos que sí. Podemos imaginar tal vez un público mayor si hubiesen usado más parábolas.
Debemos colocar en nuestra mente que la utilización de ilustraciones es poderosa para atraer a las multitudes. Daremos un ejemplo que es negativo por sus efectos, pero positivo por el poder. Son las novelas. No vemos ninguna novela, y no recomendamos que las vean. Pero ellas son fábulas inventadas que se aprovechan de la vida diaria. Multitudes, inclusive muchos del pueblo de DIOS, las ven y se aficionan a ellas. Otro ejemplo son las películas y los videos que son otras fábulas inventadas, muchas para el mal, pero que atraen multitudes y aseguran enormes ganancias a mucha gente. El mundo utiliza ese recurso, en general para el mal, y le va muy bien en el sentido que consigue audiencia y lleva a las personas hacia la perdición. Ese recurso didáctico puede ser utilizado para el bien así como para el mal. JESÚS lo utilizaba para el bien, Satanás aprendió sobre eso y hoy lo utiliza para el mal. Y nosotros, el pueblo de DIOS, estamos indiferentes, contando pocas ilustraciones. Repetimos: historias e ilustraciones tienen una trama, facilitan que se siga la línea de raciocinio y amplían la posibilidad de comprensión. Debemos rescatar la práctica de JESÚS, de contar más ilustraciones cuando enseñamos y así atraer a más gente y enseñar con mayor eficiencia. Los resultados serán superiores.
Debemos recurrir con más frecuencia a las historias, parábolas, relatos, ilustraciones, etc., para enseñar a la gente. A todos les gusta y es más difícil de olvidar. Los sermones deberían tener más de estos recursos.
“Jesús enseñó por ilustraciones y parábolas sacadas de la naturaleza y de los acontecimientos familiares de la vida diaria… De esta manera asociaba las cosas naturales con las espirituales, vinculando las cosas de la naturaleza y la vida de sus oyentes con las verdades sublimes de la Palabra escrita. Y más tarde, cuandoquiera sus ojos cayesen sobre los objetos que él había asociado con la verdad eterna, oirían repetidas sus lecciones.” (Consejos Para los Maestros, 132).
“Una de las parábolas más hermosas e impresionantes de Cristo es la del sembrador y la semilla. “Así es el reino de Dios—dijo él—, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Marcos 4:26-28… El que dio esta parábola era el mismo que había creado la diminuta simiente, le había dado sus propiedades vitales, y ordenado las leyes que debían gobernar su crecimiento; e hizo de ella una ilustración viva de la verdad tanto en el mundo natural como en el espiritual.
“Las verdades que esta parábola enseña fueron hechas una realidad viviente en la vida misma de Cristo. Tanto en su naturaleza física como en la espiritual, siguió el orden divino del crecimiento, ilustrado por la planta, como él desea que hagan todos los jóvenes.” (Consejos Para los Maestros, 132).
Dios te bendiga.