Y que el reino, y el señorío, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sean dados al pueblo de los santos del Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos le servirán y obedecerán. (Daniel 7: 27)
Inmediatamente después de que JESUCRISTO ascendió al Cielo, pasó a oficiar en el lugar santo del santuario celestial, en donde intercedía por los pecados de los que oraban pidiendo perdón. Como hacía aquí en la tierra, Él trataba del perdón de los pecados de los que se arrepentían, es decir, todavía no estaba realizando el juicio, el cual se inicia más tarde, el día 22 de octubre de 1844, cuando entra en el lugar santísimo y se encarga de la purificación del santuario de aquellos pecados que ya fueron perdonados.
A partir de entonces, aun cuando nuestros pecados todavía pueden ser perdonados, Él oficia allí y no vuelve más al lugar santo. Esa es la fase escatológica del juicio, o la primera fase. El juicio tiene tres fases. La primera, que actualmente sucede y que comenzó en 1844, es el juicio investigador, La segunda fase es la fase del milenio o fase judicial, cuando serán juzgados todos aquellos que no se salvarán y en ella participan como testigos, con derecho a examinar los libros, aquellos que serán salvos y que hoy están siendo juzgados. La tercera fase del juicio ocurre después del milenio, es el juicio ejecutivo, cuando serán castigados y ejecutados todos aquellos que se perderán, aquellos que se mantuvieron rebeldes y no aceptaron la salvación, los que morirán para siempre, juntamente con Satanás.
Estudiamos hoy la escena del juicio, o sea, todo lo que allí ocurre. El tribunal ocupa su lugar. Vinieron los ángeles, los 24 ancianos, el anciano de días (DIOS Padre) y el Hijo del Hombre (JESUCRISTO). Todos se sientan. Se abren los libros: el libro de la vida (Sal. 69:28; Fil. 4:3; Apoc. 3:5; 13:8; 17:8), el libro de las memorias (Mal. 3:16), los libros de las acciones (Apoc. 20:12) y el libro de DIOS (Exo. 32:32, 33; Sal. 56:8). Todos serán juzgados en base a los registros de esos libros y de la Ley de DIOS, los Diez Mandamientos, pues en esos libros consta la historia de cada ser humano.
Se abre el libro de la vida y se escoge uno de los nombres que allí aparecen. Es el nombre de una persona que en vida aceptó la salvación. Luego se examinarán los otros libros para ver si aquella persona mantuvo durante su vida esa aceptación de arrepentimiento, o si tal vez volvió atrás. Si ella se fue arrepintiendo de sus pecados a lo largo de su vida y experimentó el proceso de santificación, su caso será considerado como el de una persona arrepentida, su nombre será aprobado y sus pecados serán borrados para siempre. Su caso en el cielo es el de una persona pura, pues fue totalmente lavada en la sangre de JESÚS, esto es, fue perdonada y purificada; está salva. De ese modo el tribunal va realizando su trabajo. La intercesión caso a caso es implorada por JESÚS delante del Padre, delante de los testigos santos, de los ángeles y de los 24 ancianos allí presentes. Cuando se llega al caso de una persona que no se arrepintió completamente, JESÚS no suplica nada en su favor y su nombre simplemente se borra del libro de la vida; está perdida.
El sistema de justicia divina es diferente al de esta Tierra, que es como un trapo de inmundicia. En la justicia divina hay una investigación completa del pecado cometido, buscándose la salvación del pecador y no su condena. Esa investigación puede ser realizada de diversas maneras, sea por medio de preguntas, sea por medio de pruebas y testigos o anotaciones en libros específicos, o verificadas con imágenes valederas, como videos, de todo aquello que hizo el pecador. Todo está disponible para la investigación. En el caso de Adán y Eva, DIOS les hizo algunas preguntas, y ellos concluyeron de que habían pecado, esto es, transgredido la ley de DIOS. La investigación tiene por objetivo probar la culpa, pero en el Cielo no tiene por objetivo condenar al culpado, sino darle una nueva oportunidad.
La investigación comprueba el pecado, pero junto con ella, DIOS ofrece el perdón, así como ya lo conocemos, esto es, gracias a la sangre sin culpa de JESÚS, la que por medio del arrepentimiento del pecador sirve para perdonar y purificarnos de los pecados. Lo que el gobierno celestial desea es que el pecador se arrepienta de todos sus pecados y sea salvo. Su deseo es que haya un retorno a la felicidad y vida eternas.
El juez divino está del lado del pecador y hace todo para que se arrepienta. JESÚS murió por todos los pecadores y cargó sobre sí la culpa de todos, por lo tanto, no hay quien no pueda ser salvo, y esto depende de cada uno, si quiere o no quiere arrepentirse.
“En el sistema típico—que era sombra del sacrificio y del sacerdocio de Cristo—la purificación del santuario era el último servicio efectuado por el sumo sacerdote en el ciclo anual de su ministerio. Era el acto final de la obra de expiación—una remoción o apartamiento del pecado de Israel. Prefiguraba la obra final en el ministerio de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo, en el acto de borrar los pecados de su pueblo, que están consignados en los libros celestiales. Este servicio envuelve una obra de investigación, una obra de juicio, y precede inmediatamente la venida de Cristo en las nubes del cielo con gran poder y gloria, pues cuando él venga, la causa de cada uno habrá sido fallada. Jesús dice: “Mi galardón está conmigo, para dar la recompensa a cada uno según sea su obra”. Apocalipsis 22:12 (VM). Esta obra de juicio, que precede inmediatamente al segundo advenimiento, es la que se anuncia en el primer mensaje angélico de Apocalipsis 14:7 (VM): “¡Temed a Dios y dadle honra; porque ha llegado la hora de su juicio!”” (El Conflicto de los Siglos, 351).
Hay dos clases de personas para ser juzgadas: aquellas que en vida ya pertenecieron a las filas de JESÚS y aquellas que siempre fueron impías. Cada grupo tiene un tipo diferente de juicio.
El primer grupo está siendo juzgado ahora. Se llama el juicio investigador, que como ya sabemos, viene ocurriendo desde el 22 de octubre de 1844 y se prolonga hasta la terminación del tiempo de gracia. Ese grupo también se divide en dos, los que se arrepintieron completamente y los que no lo hicieron, y son estos últimos los que se perderán y van a ser juzgados nuevamente junto con los impíos. El juicio investigador no tiene nada que ver con los impíos, pues estos no están siendo investigados ahora.
El segundo grupo, el de los impíos, será juzgado durante el milenio. Se llama el juicio del milenio o fase judicial del juicio, que es un juicio para sentenciar, mientras que el juicio actual, el investigador, tiene por finalidad absolver a quien pueda ser absuelto. Es evidente que los santos no participan de este juicio del milenio como reos, sino como testigos, con derecho a examinar y analizar los registros de los impíos.
Un detalle interesante, conforme ya lo anotamos, se refiere a los que una vez fueron justos pero que se perderán por no haberse arrepentido completamente; ellos volverán a ser juzgados en el juicio de los impíos durante el milenio.
Preste atención sobre esto: aquellos que fueron absueltos en el juicio investigador recibirán el galardón de la vida eterna al final de las plagas, pero aquellos que pasen al juicio del milenio, participarán de una tercera etapa del juicio al final de ese período, en el que serán castigados con la muerte eterna, siendo que al mismo tiempo el planeta será purificado de sus obras. Ese es el juicio ejecutivo o fase ejecutiva del juicio.
¿Por qué razón DIOS tiene libros en donde son anotadas las acciones de las personas? ¿No es que Él sabe todas las cosas? Claro que sabe, pero los seres creados no, y es necesario que ellos sean informados. Ellos tienen el derecho de contrastar sobre la justicia divina, y el Universo necesita tener la confirmación de que, al contrario de lo que Satanás propagaba y propaga, el gobierno de DIOS es amor y justicia al mismo tiempo. Ya que el drama del pecado sucedió, que quede comprobado entonces por el que DIOS es correcto en todo lo que hace. Así se resuelve todo eso en una única experiencia de rebeldía; ese drama nunca más se repetirá (Nahúm 1:9).
¿Cuáles son las señales más convincentes de que esa lucha está por terminar? Hay una señal que es la que mejor define los tiempos y la situación del mundo: es el reavivamiento en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ellen White dice que cuando venga el reavivamiento, inmediatamente la oposición se levantará y luego llegará el fin. Pues estamos en pleno reavivamiento, y la oposición ya está moviéndose. Por lo tanto, podemos tener la certidumbre de que el fin está llegando, o sea, JESÚS está por volver. ¡Amén! Ella dijo una cosa más de extrema importancia, pero a la que pocos están atentos, a pesar de que a todos nos alcanza. Dijo que un poco antes del regreso de JESÚS entraría en la iglesia adventista una música extraña, con tambores, gritos y danza. La música ya está allí, dividiendo a los pastores, a los miembros y a los cantores. Hay cuatro categorías: aquellos que están a favor, los que están en contra, los indiferentes y los oportunistas (aquellos que quieren satisfacer a los líderes superiores por comodidad).
Las señales en la IASD están cumpliéndose, por lo tanto falta solo que se intensifiquen. Nunca antes la Red Nuevo Tiempo de Radio y Televisión predicó con tanto vigor y claridad. Eso está despertando a mucha gente y al mismo tiempo haciendo que los enemigos se agiten. Es necesario que definamos lo que queremos, la vida o la muerte, y eso implica que debemos tomar decisiones prácticas en nuestro estilo de vida. Debemos separarnos de este mundo y sus influencias, y vivir como estando en un camino angosto, despojado de mundanalidad, con la mente dirigida al Cielo.
“El oír sermones sábado tras sábado, el leer la Biblia de tapa a tapa, o el explicarla versículo por versículo, no nos beneficiará a nosotros ni a los que nos oigan, a no ser que llevemos las verdades de la Biblia al terreno de nuestra experiencia personal. La inteligencia, la voluntad y los afectos deben someterse al gobierno de la Palabra de Dios. Entonces, mediante la obra del Espíritu Santo, los preceptos de la Palabra vendrán a ser los de la vida” (El Ministerio de Curación, 411).
“La obra de transformación de la impiedad a la santidad es continua. Día tras día Dios obra la santificación del hombre, y éste debe cooperar con él, haciendo esfuerzos perseverantes a fin de cultivar hábitos correctos” (Los Hechos de los Apóstoles, 424, énfasis nuestra).
¿Qué es lo bueno de mi vida que me propongo a reforzar y lo malo a cambiar?
Dios te bendiga.