“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17).
La Trinidad se manifiesta de diversas maneras, cada integrante tiene su rol. El Espíritu Santo es el gran Maestro y auxiliador de las personas que desean ser salvas. ¿Quién no ha sentido su guía en la vida? Cuando oramos por entendimiento, es Él quien nos concede el saber y el discernimiento, tanto en el campo espiritual, como en cualquier otra área del conocimiento, como el profesional o el social. En ese contexto cercano a nosotros, Jesús es nuestro Creador y Salvador.
Durante este trimestre estudiaremos acerca de la persona del Espíritu Santo. Es muy apropiado este tema porque la tercera persona de la Trinidad está siendo bastante desacreditada en nuestro medio durante las últimas décadas, como si no fuera Dios. Es necesario aclarar este tema, pues quien crea así, ciertamente está en el camino de la perdición eterna. La razón es simple: el Espíritu Santo nos fue concedido por Jesús para orientarnos y especialmente para ayudarnos a vencer los pecados. Y quien rechace al Espíritu Santo como Dios, está rechazando esa orientación, y eso es, como mínimo, la senda hacia el pecado contra el Espíritu Santo. Sólo el hecho de que exista un pecado contra el Espíritu Santo debería hacer que tembláramos de temor pues eso, en sí mismo, ya está indicando que Él es Dios. Jamás podría haber un pecado contra alguien que no fuera Dios que condujera a la imposibilidad del perdón. Además, lo que conduce al pecado contra el Espíritu Santo es no sentir la necesidad del perdón, entendiendo que algún pecado, que se haya vuelto acariciado o deseado, no es lo suficientemente grave como para que no necesite perdón. También comete pecado contra el Espíritu quien no presta atención a sus orientaciones en los escritos, ya sea los de la Biblia, los del Espíritu de Profecía, o los que estén en coherencia con ellos.
El Espíritu Santo obró en toda la historia de la humanidad, y con mayor fuerza en ciertos momentos, cuando los tres integrantes de la Divinidad actuaron unidos. Jesucristo fue engendrado del Espíritu Santo en María. ¿Quién más podría haber realizado ese milagro sino alguien que fuera Dios?
También actuó en la inspiración de las mentes de los profetas que escribieron la Biblia, a punto tal que no podemos menos que sorprendernos como esos hombres y mujeres supieron tantos detalles, como ocurrió con el caso del libro de Job. Allí están registrados diálogos pormenorizados de lo que cada uno dijo. De no ser por intervención de un Poder superior, ese libro, como todos los demás, habría sido escrito en forma de un resumen general, con muchas distorsiones e introducciones irreales. Otro ejemplo: ¿De dónde le habría llegado a Moisés el relato detallado de la creación? Tenemos la Biblia gracias a la Providencia divina actuando por intermedio de seres humanos, un milagro que nos enseña el camino de la salvación.
La inspiración tiene por objetivo, como dice el versículo para memorizar, conducir al ser humano a la perfección, o llevarlo de nuevo a su origen, como cuando fue creado. La re-creación no es un acto de imposición de parte de Dios, nos corresponde a nosotros elegir. Cuando fuimos creados, no existíamos, y sólo obró la voluntad divina, como obviamente debía ser. Esa voluntad actuó por intermedio del principio del amor, y esto garantiza que todo fue hecho correctamente. Fue tan correcto que luego de darnos cuenta de que fuimos creados, concordamos con el modo en el que Dios nos hizo; si tuviéramos que opinar, siendo justos y perfectos, antes de ser creados, habríamos optado exactamente por el modo en el que luego Dios nos creó. Ahora, que estamos siendo re-creados, como ya existimos, tenemos la oportunidad de participar de esa re-creación, algo que comienza en el día en el que nos estregamos a Jesús para ser salvos. Es así como funciona la justicia divina. ¡Qué maravilla! Es el Espíritu Santo el que realiza esa obra en nuestra vida. Jesús nos creó, y el Espíritu nos recrea. En la Segunda Venida, Jesús completará la obra de la santificación y la glorificación, cuando tendremos un cuerpo perfecto, con vida eterna.
Son dos los modos por los cuales Dios se comunica con nosotros. Estas dos maneras son indirectas, un tanto deficientes a causa de nuestra situación de pecadores. O sea, por nosotros mismos no comprenderemos las Escrituras si no tuviéramos una ayuda externa. En lugares donde existen seres no caídos, por lo tanto, no pecadores, la comunicación de Dios hacia ellos es de modo directo, cara a cara. En esta tierra no existe una comunicación así, salvo algunas excepciones, como ocurrió con los profetas o con personas muy consagradas a Dios, como fue el caso de Moisés, Enoc, Elías, etc. En realidad, con la mayoría de las personas en este planeta, la comunicación entre Dios y el ser humano es indirecta. Un Ser santo, Creador, Dios, fulminaría a un frágil pecador si se apareciera delante de nosotros aun estando velados como se le apareció a Moisés. Incluso con muchos profetas, Él no se manifestó de modo directo, sino a través de sueños y visiones.
“Incluso frente al abismo provocado por el pecado, Dios no rompió el diálogo con sus criaturas. Por el contrario, tomó acuerdos para restablecer el vínculo entre el Cielo y la tierra, entre el Creador y la criatura (Génesis 3:9). De este modo, por intermedio de los profetas, Él entregó a hombres finitos la preparación de su Palabra divinamente inspirada. Esta Palabra, distribuida en dos libros, el Antiguo y el Nuevo Testamentos, es el libro guía para los habitantes de un mundo caído, libro legado a ellos para que, mediante su estudio y la obediencia a sus instrucciones, ninguna alma pierda su camino al cielo’ (Ele-na G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 18)”.
La revelación se da cuando Dios escoge a una persona que sea menos pecadora que el resto, lo suficientemente justa y vinculada a Dios para que por su intermedio Él pueda comunicarse con nosotros. Esta persona se convierte en un profeta, y eso es por elección y voluntad de Dios. Nadie llega a ser profeta por voluntad propia, es Dios quien lo escoge. La persona debe estar dispuesta a ser guiada por Dios, para que luego no viva en desacuerdo con aquello que Dios le haya revelado. Por eso, los profetas siempre fueron personas del más alto nivel en santidad, mucho más fieles a Dios que, por ejemplo, algunos sacerdotes. Además, fueron sacerdotes los que patrocinaron la muerte de Dios, un profeta. A lo largo de los tiempos, los profetas fueron perseguidos por sacerdotes y reyes. Al escoger a una persona santa, Dios se comunica con ella, a través de visiones y sueños, por medio de un ángel, o hablando con ella. En algunos casos, a través de un diálogo más directo, como en el caso de Moisés, pero aún en este caso, el profeta no pudo ver el rostro de Dios. Comunicándose con el profeta, éste escribía lo que había aprendido de Dios. Hubo providencias para que el profeta no olvidara detalles, ni tampoco escribiera de modo que el mensaje quedara desvirtuado, si bien se valía del lenguaje humano. A partir de esto las demás personas podrían tener acceso a tales mensajes, los cuales hoy se encuentran escritos en la Biblia.
La revelación y la inspiración van juntas hacia el mismo objetivo: enviar mensajes a los seres humanos. Por revelación, como ya hemos visto, Dios transmite contenido de informaciones, o mayor conocimiento al hombre. Este conocimiento (conocimiento, no información, pues está en la mente de Dios) es algo desconocido para el hombre, algo que él jamás podría descubrir. La revelación hace disponible especialmente el conocimiento acerca del propio Dios y su naturaleza, así como el modo en el que Él actúa, sus planes hacia nosotros. Es conocimiento que proviene de parte de Dios, no del profeta o de cualquier otra fuente.
La inspiración es el modo por el cual Dios comunica su revelación. Es la capacitación de alguien para ser profeta, o mensajero de Dios. Por la inspiración, el profeta se convierte en capaz de recibir, entender y retransmitir el mensaje de Dios de manera íntegra, fiel y verdadera, aunque valiéndose de sus propias palabras. El apóstol Pedro aseveró: “Porque ninguna profecía vino jamás por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
Entonces, cuando una persona estudia la Biblia, con oración, estará siendo iluminada por la tercera persona de la Trinidad. “No ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones. Y pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para que lo conozcamos mejor. Que alumbre los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis la esperanza a que fuisteis llamados, la riqueza de su gloriosa herencia en los santos” (Efesios 1:16-18). La iluminación tiene lugar porque el hombre natural no puede discernir la revelación (1 Corintios 2:14); así, la obra de Cristo en la cruz tiene sentido (1 Corintios 1:18). Es así como el Espíritu Santo enseña, iluminando, o esclareciendo (Juan 14:26).
Revelar quiere decir informar, quitar el velo, descubrir. Inspirar quiere decir soplar hacia dentro y registrar ese conocimiento; iluminar quiere decir aclarar para un perfecto entendimiento de lo que ha sido revelado. La inspiración y la revelación van juntas para la comunicación del conocimiento divino a nosotros y para entender ese conocimiento, debemos ser iluminados por el Espíritu Santo. Por falta de iluminación en este mundo, o porque las personas no desean la iluminación, prefiriendo andar según sus propias interpretaciones falsas, es que existen tantas religiones y denominaciones.
“Tres doctrinas van siempre juntas, en la inteligente apreciación del valor de la Escritura: la revelación, la inspiración y la iluminación. Para el autor del texto bíblico vino la revelación; para la Escritura que transmite, vino la inspiración; para el lector, que busca saber por intermedio de ella la verdad y la voluntad de Dios, vendrá en condiciones de espiritualidad, la iluminación. Los profetas y los apóstoles fueron movidos, sus escritos fueron inspirados. Y nosotros somos iluminados”. Entonces, el texto sagrado de la Biblia posee la autoridad de la Palabra de Dios. Aparte del hecho de que el propio Dios escribió los Diez Mandamientos, que son de su propia autoría, esos mandamientos fueron revelados por Dios, con su propia caligrafía, en dos piedras. Es el texto de máxima autoridad divina en este planeta, y representa en síntesis el carácter de Dios.
Al comunicarse Dios con un ser humano, en esa comunicación no hay necesidad alguna de tomar acuerdos, pues Dios es quien está hablando. Él no se engaña ni se equivoca en su comunicación. No desvirtúa su comunicado, pues es perfecto. Pero llega un momento en el que el profeta o profetisa deben comunicársela a otros. Y allí surgen los problemas, típicos de la debilidad humana, como olvidar algo, hablar o escribir de modo que el mensaje asuma otro sentido, agregar algo indebido, ilustrar de manera errónea, introducir algún concepto pagano, y muchas otras posibilidades. Ante esta situación muy peculiar del ser humano, Dios tuvo que hacer provisión de algo para que su Palabra, que es la verdad, continuara siendo la verdad en el proceso de comunicación de sus agentes a las personas en general. O sea, como dice Salmo 119:160, que la verdad revelada en la Palabra de Dios no deje de ser verdadera, y continúe siendo confiable fuente de enseñanza y aprendizaje.
Y habrá que tener mucho cuidado, pues ese problema entrará en nuestra iglesia. Pastores, ungidos del Señor, como lo fue Saúl, predicarán temas contrarios a la Biblia. No todos, pero muchos predicarán que debemos santificar el domingo.
“La ley de Dios constituirá el nudo de la gran lucha que origina el conflicto entre Cristo y sus ángeles por una parte, y Satanás y los suyos por la otra, y será una lucha decisiva para todo el mundo… Hombres que estarán ocupando puestos de responsabilidad, no solamente ignorarán y despreciarán el sábado ellos mismos, sino que desde sus sagrados púlpitos instarán a la gente a la observancia del primer día de la semana, recurriendo a la tradición y a la costumbre en favor de esta institución hecha por el hombre. Señalarán las calamidades en tierra y mar —las tormentas, inundaciones, terremotos y la destrucción por fuego— como juicios que indican el desagrado de Dios a causa de que el domingo no es observado como santo. Estas calamidades aumentarán más y más; un desastre seguirá de cerca al otro; y los que invalidan la ley de Dios señalarán a los pocos que guardan el sábado del cuarto mandamiento como los responsables de la ira que se manifiesta sobre el mundo. Esta falsedad es el medio que Satanás usa para entrampar a los incautos” (The Sotuer Watchman, 28 de junio de 1904; citado en Servicio cristiano, p. 193).
“Ministros no santificados se están alistando en contra de Dios. Están alabando a Cristo y al dios de este mundo al mismo tiempo. Mientras profesan recibir a Jesús, abrazan a Barrabás, y por sus acciones dicen: ‘No a éste, sino a Barrabás’. […] Albergue al engañador y al testigo falso una iglesia que ha tenido gran luz, gran evidencia, y esa iglesia desechará el mensaje que el Señor ha enviado y recibirá los más irrazonables asertos, falsas suposiciones y falsas teorías. Satanás se ríe de la insensatez de ellos porque él sabe cuál es la verdad. Muchos ocuparán nuestros púlpitos sosteniendo en las manos la antorcha de la falsa profecía encendida por la infernal tea satánica” (Testimonios para los ministros, p. 409).
Quien quiera ser salvo, debe precaverse de lo que hoy en día se denomina liberalismo, que junto con el humanismo y el relativismo están ingresando en nuestra iglesia. Estaba previsto, y eso no debiera servir de excusa para que este o aquél otro salgan de la iglesia. Por el contrario, sabiendo que será perseguido por los hermanos de la fe, incluso por ministros, debe mantenerse firme, basado en lo que está escrito. Jamás debemos dejarnos llevar por algo dicho o escrito y que no esté en concordancia con la Biblia y el Espíritu de Profecía. La música, reitero, y gran parte de ella, está llevando a muchos incautos en nuestra iglesia a alabar a satanás en vez de a Dios. Este es uno de los puntos en los que el liberalismo se está inculcando en las mentes de muchos. El sonido fuerte es otro aspecto, hasta la ciencia reprocha sonidos mayores que 55 decibeles. Hace unos días, en mi iglesia el sonido estaba muy por encima de ese nivel, algo ensordecedor. Satanás estaba allí, no Dios. Pero muchos así lo quieren, porque genera éxtasis en los miembros. Los cristianos están buscando éxtasis.
Nosotros, como seres humanos, somos en verdad alumnos. Alumno significa “alguien sin luz”, sin entendimiento, que está en la oscuridad. Esta palabra no es muy bien vista por los profesores y maestros, que prefieren otra palabra, “estudiante”. Pero en nuestro caso, de seres humanos que necesitan aprender de Dios y de su plan de salvación, la palabra “alumno” es muy adecuada. Somos personas pecadoras, con tendencias al mal, nos engañamos, tenemos dificultades para entender la verdad, hasta preferimos lo que es equivocado por encima de lo correcto. Necesitamos luz. No es difícil aceptar que los seres humanos, aun teniendo la Biblia en sus manos, estudiándola, entiendan todo mal. Por eso necesitamos de alguien capacitado para que nos conduzca por el camino del aprendizaje y la comprensión correctos, pues aquí estamos en tinieblas. Además, nuestra mente es oscuridad de conocimiento si no tenemos la luz del Espíritu Santo.
A partir de esto, surge una reflexión. Si la Biblia es tan íntegra en su mensaje, ¿quiénes serían los seres humanos para modificarla? Por ejemplo en Mateo 5:17 Jesús dijo que había venido para cumplir la Ley y los profetas, y no para abrogarla, Pues la interpretación que se da es muy diferente a lo que está escrito, y millones de seres humanos lo aceptan. La interpretación, maligna y tendenciosa, es que Jesús ya la había cumplido, y que nosotros ya no necesitamos más obedecer la Ley. Pero lo que Jesús estaba diciendo es que había venido a obedecerla, y no a anular la Ley. Entonces los hombres la anularon, y eso quedó implantado en la mente de la mayoría de las personas. Y encima se alega, anti bíblicamente, que ese cambio habría ocurrido en homenaje a la resurrección de Cristo.
Vivimos en estos días, los últimos, en los que se combate el fundamentalismo bíblico (no me refiero al fundamentalismo religioso radical, al que también se puede clasificar como terrorismo). Ya no se admite que la Biblia sea leída e interpretada conforme la interpretación original, pues eso, nuevamente, genera dificultades para la instalación del Nuevo Orden Mundial. El mundo está dirigiéndose hacia el caos político. Eso se asocia a otros graves problemas globales como la violencia, la corrupción, las drogas, el colapso climático, etc. En una decisión tomada en la Organización de las Naciones Unidas en el año 2015, todos estos problemas tendrán que estar resueltos en los siguientes quince años, hasta 2030. Para eso, el mundo cuenta con que las iglesias se unan, y colaboren con el poder político y económico. Eso confronta con el mensaje del pronto regreso de Jesús, así como confronta con la interpretación original (o fundamentalista, como algunos dicen) de la Palabra de Dios. Entonces están dadas las condiciones para un tremendo debate sobre la Biblia en los próximos años. El mundo está maduro, tanto para rechazar la Biblia, como para aceptarla. Se dividirá en dos grupos. Y el Espíritu Santo tendrá un rol importante, como nunca antes en la Historia de la humanidad desde que el pecado entrara.
Dios te bendiga.