¿QUIÉN TE ORIENTA?

 “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).

Dios Padre y Dios Hijo: la Biblia presenta bastante información acerca de sus caracteres divinos. Pero en cuanto al Espíritu Santo, esa información es escasa. Tenemos, sin embargo, informaciones acerca de lo que Él hace, las cuales son actividades imposibles de concretar por alguien que no sea divino, tales como: recrear en nosotros el estado original de la creación; obrar no nosotros en el sentido de la transformación de nuestro carácter, lo que exige conocer nuestros pensamientos; estar presente en todo lugar al mismo tiempo; conocer el futuro; interceder por nosotros en nuestras oraciones; trabajar junto al Padre y el Hijo en ciertas ocasiones especiales, y más.

Muchos no aceptan al Espíritu Santo como Dios, y una de las razones de ello es que también es una doctrina católica. Si eso fuera una justificación, entonces tampoco deberíamos aceptar otras verdades bíblicas, tales como la familia integrada por padre, madre e hijos. La expresión “Trinidad” no aparece en la Biblia, pero eso en sí mismo no justifica ni fundamento que la idea esté equivocada. Lo que tenemos que hacer es apegarnos a lo que está escrito, como lo decía Jesús. Espero que este tema sea resuelto con este estudio. Hay suficiente fundamento bíblico para estar seguros acerca de los atributos del Espíritu Santo.

Hay una cosa que debiéramos siempre tener en mente: el Espíritu Santo es una Persona, y si no creemos en Él, no actuará en nuestra vida para transformación. Entonces estaremos fuera de su alcance en el sentido de que Él solo transforma a quien desea ser transformado. Por lo tanto, quien actúa de ese modo, se está dirigiendo por la senda del pecado contra el Espíritu Santo, o sea, estará perdido para siempre. A no ser que cambie de idea. No aceptar al Espíritu Santo es algo terrible, pues conduce a la perdición. En estos últimos tiempos, en los que aguardamos la Lluvia Tardía, tal como los siervos de Dios recibieron la Lluvia Temprana, es imprescindible que no rechacemos al Espíritu Santo. Es Él quien nos orientará y nos dará poder para concluir la obra en la tierra, cosa que Satanás no desea que suceda. Por eso tanta oposición a este personaje.

La oración del versículo central es paralela a la de Mateo 28:19, un pasaje confirma al otro.

“Un hombre llamado Ananías, con Safira su esposa, vendió una posesión, y sabiéndolo también su esposa, se quedó con una parte del dinero. Trajo el resto, y lo puso a los pies de los apóstoles. Pedro le dijo: ‘Ananías, ¿por qué Satanás ha llenado tu corazón hasta inducirte a mentir al Espíritu Santo, y a quedarte con parte del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no quedaba para ti? Y vendida, ¿no estaba en tu potestad? ¿Por qué pusiste eso en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios’. Cuando Ananías oyó estas palabras, cayó, y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron” (Hechos 5:1-5).

Modernos pastores de algunas denominaciones afirman que esa pareja fue muerta por Dios porque no habían devuelto el diezmo. No tiene nada que ver, el texto no menciona siquiera la palabra diezmo. Según investigaciones hechas en libros y el Espíritu de Profecía (Elena G. de White), en aquellos días, a continuación del Pentecostés, había mucho fervor en la iglesia. Muchos vendían sus bienes y los donaban a la iglesia. Le prometían a Dios dar parte de las ventas, o el total de ellos, y así procedían.

Pero como sucede entre los humanos, eso no salía todo bien. Los que hacían tales donativos eran elogiados y eran bien vistos por la iglesia. Se volvían importantes a los ojos de los demás, y eso conducía a que más gente donara, no siempre para el bien de la iglesia, sino más bien para el prestigio personal. Y eso fue lo que hizo esta pareja.

El matrimonio vino por separado para hacer la donación. Primero él, luego ella. Cada uno trajo su parte de la ofrenda, pero no todo lo que habían prometido.

¿Qué hay en este hecho de interés para nosotros? No nos interesa otra cosa que lo que Pedro dijo en este párrafo: “mentiste al Espíritu Santo… No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Pedro estaba equiparando al Espíritu Santo con Dios. Y eso es lo que nos interesa en este estudio. Según lo confirma este pasaje, los dos son seres divinos. Cuando Pedro habló de Dios, obviamente se estaba refiriendo a la Trinidad, pues Dios es la Palabra que identifica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. O, si se prefiere, se vincula sólo con el Padre. Igual, el razonamiento no es perjudicado.

La gran cuestión es que, en este momento, la iglesia verdadera necesita –más que nunca– del poder de este integrante de la Divinidad.

Al fin de cuentas, ¿el Espíritu del Señor es Dios? ¿Son equivalentes o diferentes? Son equivalentes. Alcanza para esto leer tres versículos de Hechos 5 (3, 4 y 9). En el versículo 3, aparece el Espíritu Santo; en el versículo 4 aparece Dios en referencia al Espíritu Santo; y en el versículo 9, refiriéndose a la misma persona, aparece “Espíritu del Señor”. Los tres nombres hacen referencia a una única Persona, de que estamos estudiando.

Romanos 15:19 à El Espíritu Santo concedía poder para predicar, hasta para sanar y resucitar, tal como lo hicieron los discípulos, y tal como –a través de nosotros– Él hará luego del zarandeo. Tales poderes no provienen de hombres.

¿Cómo podríamos dudar de la divinidad del Espíritu Santo? Hay una advertencia importante en esto: aquellos que duden de que Él sea Dios, que piensen que es un ángel, o un espíritu que proviene de Dios, o una energía, pero no una Personalidad divina, están en grave peligro de perder la vida eterna. Hay unos que piensan que es apenas una energía o poder; otros, que es el propio Jesucristo, en forma de espíritu. Estas personas se están dirigiendo a un futuro terrible. Con el tiempo, negarán la fe, perderán su conexión con la iglesia y con Dios, y se apartarán. Conozco casos así. Tenemos que tener mucho cuidado con esta cuestión. Tengo personalmente una absoluta certeza: si el Espíritu Santo no fuera Dios, tal como lo está predicando la iglesia, entonces Dios –sí, el propio Dios– se habría engañado a sí mismo y habría dejado a la iglesia sin la debida luz para la última hora. Si la iglesia reformara esta doctrina, y eso implica hacerlo con otras doctrinas correlacionadas, entonces perdería credibilidad para continuar predicando acerca de las demás doctrinas.

Una vez más, tenemos que referirnos a nuestra iglesia. Es conducida por Cristo. Él se presentó como el que tiene en su mano las siete estrellas, y camina en medio de los siete candeleros. Él es dirigiendo al liderazgo de la iglesia a lo largo de las edades. Si el Espíritu Santo no fuera Dios, como lo es el Padre y el Hijo, entonces esto sería un gravísimo error en las creencias de la iglesia. Y si este error fuera cierto, ya debería haber existido una corrección, bien al inicio de la historia de la última iglesia, no mucho después de 1844. Dios obviamente lo hubiera aclarado en aquella época así como aclaró las cuestiones del día de observancia del sábado o la inmortalidad del alma. No podemos admitir que el Máximo Líder de la iglesia se habría engañado al respecto, dejando que los hermanos de hoy, al final de la historia de la humanidad, hicieran tal corrección.

Si el Espíritu Santo no fuera Dios, ¿cómo sabría la voluntad de Dios para hacernos semejantes a Él? ¿Cómo sería capaz de restaurarnos a nuestra condición original, si Él no hubiera estado en ese origen, y si no conociera los patrones hacia los cuales debería conducirnos? Sólo puede tener ese conocimiento siendo Dios. ¿Y con qué poder haría todo eso si no fuera, de hecho, Dios?

Y en Hechos 28:24-28, ¿a quién hace referencia el escrito? El autor, refiriéndose al mismo hecho, dice que era el Espíritu Santo el que estaba hablando al profeta Isaías. Como ya hemos analizado, los autores de la Biblia alternada-mente escribieron tanto “Dios”, como “Espíritu Santo”.

Ahora, para poner punto final a este estudio, lee lo que hay escrito en Romanos 8:11: Según este versículo, ¿quién resucitó a Jesucristo? ¿Y quién habrá de convertir nuestros cuerpos mortales en inmortales? Siempre, el Espíritu Santo. Si no fuera Dios, no podría hacerlo, es algo que está fuera del alcance de quién no es Dios.

En la Biblia ha sido revelado lo suficiente acerca del Espíritu Santo. Sabemos que Él es una Persona, es Dios, es integrante de la Divinidad, y que tiene atributos divinos. No me imaginaba que habría tanto escrito acerca de este tema, pensaba que era menos. También se nos fue revelada su misión, sea la de sustituir a Jesús en la tierra, para dar continuidad al proceso de salvación de la humanidad, providenciando la santificación de los que se entregan a Jesús para ser salvo. Él es la guía para aquellos que sean ser salvos por la sangre de Jesús, que Él derramó por todos nosotros. Es el Personaje divino que está en la tierra ejecutando el plan de salvación. Es el único contra el cual podemos pecar sin que eso sea perdonado. O sea, este pecado es la decisión de rechazar al Espíritu Santo para que se produzcan en nuestra vida los cambios necesarios para abandonar una vida de pecado por una vida santa. Lo poco que sabemos del Espíritu Santo es tan impresionante que podemos decir que es poco en contenido, pero un conocimiento gigantesco en importancia. Al fin y al cabo, de ese conocimiento depende la vida eterna; y si se descuida, la muerte eterna.

Satanás está aterrado con el cumplimiento de las profecías. Si continúan cumpliéndose, como lo están, satanás –junto a sus aliados– está perdido y será destruido. Satanás, debido a que ya ha sido derrotado en la cruz, necesita evitar que Jesús vuelva. Pero la destrucción suya no es una tendencia, es un destino asegurado, pues Dios es poderoso, y lo que falta cumplirse en la profecía, de hecho se cumplirá. Pero para que muchos todavía lleguen a la salvación, la obra del Espíritu Santo en los últimos días, lo que llamamos Fuerte Pregón, es crucial. Por eso satanás está buscando que la iglesia verdadera no crea en Él, y una cierta cantidad de miembros ya está transitando esa senda. Este no es meramente un camino peligroso, es fatal. Es oponerse contra lo que Dios ya determinó y se viene cumpliendo.

“Jesús continuó diciendo: ‘Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es’ (Juan 3:6). Por naturaleza, el corazón es malo, y ‘¿quién hará limpio de inmundo? Nadie’ (Juan 14:4). Ningún invento humano puede hallar un remedio para el alma pecaminosa. ‘La intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede’ (Romanos 8:7). ‘Del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias’ (Mateo 15:19). La fuente del corazón debe ser purificada antes que los raudales puedan ser puros. El que está tratando de alcanzar el cielo por sus propias obras observando la ley, está intentando lo imposible. No hay seguridad para el que tenga sólo una religión legal, sólo una forma de la piedad. La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo” [El Deseado de todas las gentes, p. 143].

“Nadie necesita considerar el pecado contra el Espíritu Santo como un asunto misterioso e indefinible. Es el continuo rechazo de las invitaciones de arrepentimiento. Si uno se niega a creer en Cristo como su salvador personal, tendrá oscuridad en lugar de luz, y gustará de la atmósfera que rodeó al primer gran apóstata. Si escoge ese ambiente en vez del medio que rodea al Padre y al Hijo, Dios respeta su decisión. Al considerar este tema, ninguno necesita desanimarse. No deje caer a los que se esfuerzan por hacer la voluntad del Maestro. Su esperanza es Dios. El Señor Jesús ha manifestado infinita consideración y aprecio por usted. Dejó la corte real y su trono para vestir su divinidad con la humanidad, y morir la vergonzosa muerte de cruz a fin de que usted pueda ser salvo” [The Review and Herald, 29 de junio de 1897; citado en Recibiréis poder, p. 37].

Dios te bendiga.

 

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