Vivimos en un tiempo donde abundan las crisis de todo tipo. Por momentos sentimos que todo parece colapsar: la religión organizada, la sociedad, los gobiernos, la economía, los valores, la familia y los principios éticos, todo, absolutamente todo parece estar en declive. Por si esto fuera poco, «el silencio de Dios» pareciera imperar, y muchos interpretan su silencio de forma incorrecta, en consecuencia, la crisis se agudiza. Hoy más que nunca la sociedad está en búsqueda de líderes comprometidos y llenos de integridad que se levanten con valor y alcen su voz para denunciar la injusticia; líderes que guíen a las organizaciones con valores absolutos y muestren el camino hacia una restauración ética y moral que lamentablemente se han diluido en nuestra sociedad.