Halloween llegó para quedarse, no tanto por ser la fiesta de lo oculto, sino porque ahora también es la fiesta del azúcar. Si bien es cierto que a todos nos gustan los postres y en diferentes momentos del año recibimos, regalamos, y comemos dulces y chocolates, comerlos el 31 de Octubre crea la falsa idea de aprobar una celebración que desde sus orígenes transmitía la idea que esa noche los espíritus de los muertos aparecían bajo diferentes representaciones para destruir a los vivos y solamente podían salvarse aquellas personas que se disfrazaran con cualquier indumentaria grotesca. Como cristianos celebramos la vida y no la muerte; la luz y no las tinieblas. Jesús significa para nosotros la esperanza de vida eterna y la luz que nos alumbra paso a paso en esta vida. Más allá de las ganancias económicas o del placer de comer un pie de calabaza, aprovechemos la ocasión para compartir nuestra esperanza de que Jesús venció a la muerte y solamente en él podemos experimentar paz, seguridad e inmortalidad.