La razón de nuestra incapacidad para obedecer consiste en que somos carnales e inclinados al pecado. Por otra parte, la Ley de Dios es espiritual. Necesitamos que el Espíritu Santo nos posea para habilitarnos a obedecer la Ley espiritual. Es imperativo pedir a Dios que su Santo Espíritu controle nuestras vidas, para ser capaces de amar, servir y obedecer a Dios. Asimismo, que su Ley sea nuestra delicia, tema de conversación y el filtro que nos permita discernir lo mejor.