“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:6-7).
¿A qué personas DIOS llama y a qué personas DIOS no llama? En realidad, en cierto modo, DIOS llama a todas las personas. JESÚS toca la puerta del corazón de todos. ¿Cómo lo hace? De infinitas maneras. Por ejemplo, por medio de un video, de una predicación, de un texto, de un e-mail, de un cartel, de un pensamiento, de un programa de TV, de un folleto, etc. Hay millones de formas que DIOS usa para llegar a las personas, tocando la puerta de sus mentes.
Pero en seguida salta otra pregunta. ¿Por qué hay tantas personas que no son transformadas por DIOS, siendo que la mayoría solo va empeorando en la vida espiritual? La razón es muy simple: esa gente no atiende a DIOS, o están de tal forma arraigadas en sus gustos y deseos que jamás perciben el llamado de DIOS. Y el Salvador no invade las mentes, Él respeta la voluntad de cada ser humano. Conozco a centenas de profesores universitarios, y la mayoría no demuestra ningún interés por asuntos religiosos, de modo que para ellos el llamado de JESÚS es como si no existiese, no perciben nada. El materialismo, las perplejidades de este mundo y otras cosas más, cierran la mente para el delicado y sutil toque de DIOS.
Veamos algo sobre nuestra voluntad. Esa misma voluntad que puede abrir nuestra mente a DIOS o mantenerla cerrada. Si la voluntad es para abrir, entonces se inicia un proceso de conversión o de reavivamiento en caso la persona ya pertenezca al pueblo de DIOS. La persona pasa a tener un mayor interés por las cosas de DIOS. Y aumenta el deseo de obedecer, de vivir de acuerdo con la voluntad de DIOS. Es una jornada con el Salvador, una experiencia tan agradable que la persona siente cada vez más ganas de hacer la voluntad de DIOS.
¿Y cuál es la voluntad de DIOS? Que seamos salvos, que vivamos felices, que nos amemos los unos a los otros y vivamos en perfección eternamente. Esa experiencia de felicidad va aumentando, y hace crecer el deseo de un cambio de vida. Sin ninguna imposición de la parte de DIOS, la persona misma va sintiendo el deseo de dejar las cosas del mundo, que entiende no son adecuadas para los verdaderos cristianos. Su vida se vuelve cada vez más simple, sus hábitos cada vez más puros. Así, la persona está en plena reforma de lo que es, cambiando para lo que debería ser según DIOS.
Una consideración interesante sobre la creación y la recreación. La creación ocurrió cuando no había ningún ser vivo en la Tierra. Sin embargo, la recreación ocurre cuando hay seres vivos y seres humanos a los cuales les fue dada la capacidad de tomar decisiones, seres que poseen el libre albedrío. Luego, si en la creación no tuvimos participación alguna, en la recreación tenemos participación, esto es, colaboramos con lo que hace DIOS. Los seres humanos tienen algo a hacer en el proceso de transformación que DIOS realiza. En esencia, nosotros tomamos decisiones porque tenemos el libre albedrío: si DIOS va a transformarnos o no, esto es, a realizar cambios en nuestro carácter. Ese es uno de los puntos vitales en el reavivamiento y en la reforma.
Veamos algo sobre los discípulos de JESÚS, en especial, sobre los apóstoles. ¿Cómo eran ellos antes del cambio y en qué se convirtieron después?
Antes de cambiar eran egocéntricos, calculadores, querían los primeros lugares, se disputaban el lugar a la derecha o por lo menos a la izquierda del trono en el Reino de DIOS. Querían derrocar al Imperio Romano, matar a los samaritanos porque no les dieron acogida, apartar a los niños y a los enfermos y leprosos que se aproximaban a JESÚS. Muchas veces querían enseñar al propio Maestro lo que Él debía hacer, y lo reprendían cuando comentaba que sería muerto. Eran pecadores comunes, como cualquier otro. Parecidos a nosotros. Aun cuando eran pobres, no eran humildes sino bastante arrogantes. Querían que el Maestro usase su poder para satisfacer sus deseos de dominio. Judas cayó tan profundamente en eso que no consiguió recuperar el sentido común. No aprendían las lecciones que JESÚS enseñaba: cómo ofrecer la otra mejilla, andar la segunda milla, compartir lo que poseían. Era un grupo del cual no se podía esperar algo positivo, mucho menos que revolucionasen el mundo por medio de la estrategia del amor. Y Juan, por ejemplo, era el “hijo del trueno”, o sea, el más exaltado y propenso a crear conflictos y a ser valiente golpeando a los otros. Era irritable, de mecha corta.
¿Y en qué se convirtieron después del cambio? En hombres humildes, mansos, capaces de comprender a los demás seres humanos, capaces de sufrir por JESÚS, de predicar sin miedo de los enemigos, sin miedo de la prisión ni de la muerte. En hombres valientes donde debían ser valientes, pero mansos y humildes donde la situación así lo requería. En personas equilibradas, con poder del ESPÍRITU SANTO, que iban a donde eran enviadas para realizar la obra que JESÚS les había dado.
Debemos reflexionar bastante sobre el cambio que ocurrió en esos hombres rudos, que se volvieron pulidos, educados, obedientes y principalmente fieles a los principios de la Biblia que ellos conocían. Se volvieron autores de parte del Nuevo Testamento. Fueron vencedores porque decidieron que DIOS debía cambiar su carácter.
La reforma acontece en nosotros cuando cooperamos con DIOS. Pero debe quedar claro que la reforma es hecha por DIOS y no por nosotros. Eso tenemos que entenderlo bien. Vamos a suponer algo que es muy frecuente. Imaginemos un miembro de una Iglesia Adventista al cual le falta el reavivamiento y la reforma. Él vive entonces un poco como el mundo sugiere y un poco como DIOS aprueba. Cierto día, por algún programa (o de alguna otra forma) él se da cuenta de su estado y toma conciencia de que así como vive no puede continuar porque irremediablemente se perderá. Se genera un conflicto interior, ocurre una lucha en su mente. Quiere cambiar, pero a su vez también ama a las cosas que debería abandonar. Se decide por el cambio y cuando toma esa decisión, se hace presente un poder, es el ESPÍRITU SANTO. Desde ese momento, el cielo está a su disposición.
¿Qué fue lo que sucedió? La persona tomó la decisión de entregarse a JESÚS, y esa decisión sirvió como una especie de autorización para que sea ayudado por poderes divinos. Y su libertad está siendo respetada. A cualquier momento la persona puede cambiar de decisión lo cual también será considerado. DIOS no actúa en contra de nuestra voluntad. Pero prestemos atención, aquella decisión es una de las maneras en que podemos cooperar con la reforma que DIOS obra en la persona. Además, es la principal manera.
Entonces, en cierto momento de los acontecimientos, la persona siente necesidad de conocer mejor a JESÚS. Pasa a leer más la Biblia y a buscar ese conocimiento. Pasa a estudiar más la Lección de Escuela Sabática. El estudio es otra manera de colaborar con DIOS, pues mientras estudia, el ESPÍRITU SANTO actúa y va transformando.
Poco tiempo después, siente el deseo de testificar y un día de esos ya se encuentra hablando a otra persona sobre JESÚS o divulgando la salvación de una forma que ella misma lo concibió. Y también en su trabajo actúa en forma diferente. Está viviendo cada vez más de acuerdo con los principios divinos, está colaborando con las sugestiones del ESPÍRITU SANTO y actuando en concordancia con él. No se está resistiendo y eso es colaborar.
Entonces la persona va a una fiesta de cumpleaños. Era su costumbre contar chistes no recomendables para un cristiano verdadero. Algunos invitados a quienes esto les encantaba ya lo aguardaban. Pero esta vez fue diferente, dio una lección de decencia, diciendo que cambió y que no contaría más ese tipo de chistes. A algunos no les gustó, pero otros quedaron impresionados y entendieron que también deberían cambiar en ese sentido. Al volver de la fiesta, nuestro personaje se sintió como alguien en transformación, sorprendido con su conducta y muy contento, solo quería agradecer a DIOS. Estaba feliz por lo que venía sucediendo en su vida, pues estaba siendo transformado y ni siquiera hacía algún esfuerzo, apenas concordaba con lo que el ESPÍRITU SANTO le sugería y no resistía. Aprendió a oír la voz de DIOS, que en realidad no se oye sino que se siente en el momento adecuado.
Así la vida de esa persona fue progresando de un estado de santificación para otro, siempre superior. En su familia las cosas también mejoraron (a pesar de que los familiares no siempre colaboran). Había más unidad, algunos malos entendidos comunes en el pasado ya no ocurrían más. ¡Qué maravilla de vida estaba experimentando ahora! Dejó algunas prácticas del mundo, y eso también le ponía feliz.
Mis amigos, esta es una historia real, pero no importa de quien sea. Vale mucho la pena entregarse a DIOS y cooperar con Él en los cambios buenos que quiere hacer en nuestra vida. “Si buscamos a Dios y nos convertimos cada día; si voluntariamente escogemos ser libres y felices en Dios; si con alegría en el corazón respondemos a su llamamiento y llevamos el yugo de Cristo—que es yugo de obediencia y de servicio—, todas nuestras murmuraciones serán acalladas, todas las dificultades se alejarán, y quedarán resueltos todos los problemas complejos que ahora nos acongojan” (El Discurso Maestro de Jesucristo, 86).
La diferencia entre el antes y el después en la vida de los discípulos fue el Pentecostés. Antes, Pedro estaba lleno de confianza en sí mismo. Fue el único que resolvió caminar sobre el mar, y luego que estaba sobre las olas, tuvo miedo y se hundió. Fue él quien prometió que nada le harían a JESÚS, pues no dejaría que apresasen a su Maestro, pero luego que eso ocurrió, dijo que ni lo conocía. Fue ese también el caso de Tomás. Había oído decir a JESÚS que sería muerto y que resucitaría al tercer día, pero cuando todo sucedió y todos ellos –excepto él- ya habían visto y hablado con JESÚS, dijo que solo creería si él mismo lo viese y tocase.
¡Pero cómo fueron transformados esos hombres cuando vino sobre ellos el poder del ESPÍRITU SANTO prometido por JESÚS! Pasaron a predicar con poder, sin miedo de nada. Si venían los soldados, no se acobardaban. No tenían miedo ante las frecuentes amenazas. Y de hecho, excepto Juan, todos ellos enfrentaron muertes horribles. Pero no se intimidaban.
¿Qué es lo que hizo la diferencia en la vida de esas personas? Fue la concesión del ESPÍRITU SANTO, el Pentecostés, la lluvia temprana. Disponiendo del poder de DIOS, ya no le temían a nada. Así ha de ser en nuestros días. En verdad ya estamos muy próximos de un nuevo derramamiento de ese poder. Las señales están diciendo que muy pronto la Iglesia Adventista tendrá un poder tal que impresionará a todo el mundo. El asunto del día de todos los días, será el mensaje de esta iglesia.
La decisión de volver, para el hijo pródigo, en realidad no fue de las más difíciles. Una cosa es estar perdido, pero sin falta de las cosas que más se desea; otra cosa muy diferente es estar perdido, pero no tener ni que comer. Hoy existen muchas personas ricas que tienen a su alcance todo lo bueno que el mundo ofrece. Es más difícil para alguien así, sentir la necesidad de una reforma en la vida. Pero cuando la crisis golpea por la falta de dinero, de alimento o de casa, ahí la decisión de regresar es más urgente, la persona siente deseo de los beneficios que disfrutaba antes.
El hijo pródigo no perdió familia pues no se había casado, aunque tal vez se deleitase con las mujeres aprovechadoras. Es bueno anotar aquí que esas mujeres que se aprovechan de los hombres, generalmente tienen un final de vida muy lamentable. En este mundo de sufrimiento, entre los hombres y las mujeres, son ellas las que más sufren y las que más son abusadas. La mujer, una criatura tan delicada, muchas de las veces sufre al lado de su propio marido (ese es uno de los efectos más devastadores del pecado) que no entiende lo que DIOS creó. Basta ver los noticieros, y así siempre fue a lo largo del drama de nuestra historia. Parece que la mujer fue hecha solo para la perfección.
El joven regresó y fue bien recibido por su padre. ¿Pero cómo habría sido si su padre ya hubiese fallecido? ¿A quién iba a recurrir? Aprendemos aquí que el Padre celestial siempre está dispuesto a recibirnos, no muere, y no se cansa de esperar. Lo peor ocurre cuando nos depravamos tanto que ya no sentimos voluntad de regresar, o ya no somos capaces de hacerlo. El hijo pródigo decidió salir del chiquero para regresar al palacio de su padre. Fue bien recibido, había alguien que lo esperaba. Pero cuidado, pues de repente solo DIOS está esperando a alguien que pecó tanto, al punto de no haber nadie más en esta Tierra que se interese por él. Si su padre ya hubiese fallecido, su hermano lo habría tratado mal y tal vez nunca lo hubiese recibido.
Para que los milagros ocurran, quien principalmente tiene que tener fe es el que va a interceder. También tiene que tener fe el favorecido con el milagro, pero cabe al intercesor la principal parte. Ese fue el caso del paralítico que estaba así hacía 38 años. Quien tuvo fe para la cura fue JESÚS, el paralítico solo dijo que quería ser curado y fue sincero en creer que JESÚS lo podía hacer. Por lo tanto, cuando muchos ministros, en especial en la televisión, instan para que el pueblo tenga fe en que DIOS actuará, en verdad son ellos que deberían tener esa fe. Sin embargo, esos pastores se colocan en situación muy cómoda: si el milagro no ocurre o si falló, no son ellos que fracasaron sino la persona que no habría tenido la fe suficiente.
Cuando JESÚS se presentó al paralítico, le preguntó si quería ser curado. Hasta parece una pregunta ingenua. Pero piense, es una pregunta tan simple y fácil de ser respondida – sí o no. En otras palabras, la posibilidad de cura no requería de una rigurosa entrevista en temas difíciles. Para ser curado el hombre no fue sometido a un examen sofisticado, la exigencia fue tan solo responder a una de las preguntas más simples. Es evidente que él quería ser curado, eso le fue fácil responder, y la cura solo dependía de una respuesta afirmativa, obvia y simple.
Debemos hacer alguna cosa, y siempre es algo muy fácil. Puede que al principio hasta parezca difícil. En el caso del paralítico, podría haber dudado, pues al fin de cuentas eran 38 años en esa situación, sin caminar. ¿Cómo podría alguien curar la parálisis solamente hablando? Pero él obedeció, y ahí estuvo la diferencia, en la obediencia.
Muchas veces nosotros también somos afectados por algún tipo de pecado que se volvió arraigado. Por diversos medios nos llegan las exhortaciones para el cambio. ¿Y qué es lo que debemos hacer? Simplemente tomar la misma decisión del paralítico, actuar y asunto resuelto. La fuerza para el cambio vendrá, así como vino el andar para el paralítico. DIOS es quien realiza la transformación de la reforma, pero a nosotros siempre nos toca alguna parte, y quedaremos satisfechos con el resultado. En nuestra vida tal vez haya cambios que no queremos realizar. Nos gusta como somos aun estando equivocados. Pero eso tampoco debe ser una preocupación. Debemos colaborar con DIOS, pues es Él quien hace los cambios y no nosotros. Nuestra parte apenas es concordar, o desear ese cambio, aún contra la voluntad, y no resistir cuando ella sea efectuada. Por ejemplo, si tenemos el vicio de practicar algo que nos gusta mucho, pero cierto día de alguna forma recibimos el llamado a dejar tal práctica, entonces, aún contra nuestra voluntad, debemos decir a DIOS: “cámbiame”. Eso es colaborar. Y cada vez que la tentación vuelva, decirle a DIOS: “dame fuerzas para enfrentarla”. Parece mentira para quien nunca lo experimentó, pero si lo intenta se va a sorprender con un poder inmediato, de liberación de la tentación. Claro que va a tener que luchar, pues la tentación retornará más tarde, y entonces pida socorro a DIOS de nuevo. Después de algún tiempo, la transformación habrá sido efectuada por completo, y no sentirá más ningún deseo en relación a ese pecado. Es verdad que la satisfacción sólo vendrá después de que el resultado se concretice. Para eso, como el paralítico, debemos querer ser transformados, y levantar, tomar la cama y andar.
DIOS nos recrea, nos transforma, pues Él sabe lo que deberíamos haber sido si nunca hubiésemos pecado. Esa parte es de Él. Y nosotros colaboramos. ¿Cómo? Nos entregamos a él, le abrimos la puerta de nuestra mente para que entre, esto es, para que realice su trabajo de Creador, en este caso de recreación. No nos resistimos, sino que concordamos y pasamos a apreciar las transformaciones. DIOS participa con su poder creador, nosotros participamos con la voluntad de ser transformados. Y hay una cosa más, esa voluntad nos lleva a no regresar a las viejas prácticas. La persona desea ser transformada a la imagen del Salvador del mundo. Y se siente bien con esos cambios.
Las palabras de la Biblia, y de la Biblia sola, deben oírse desde el púlpito. Pero la Biblia ha sido despojada de su poder, y el resultado se ve en la reducción del tono de la vida espiritual. En muchos sermones que se pronuncian hoy no hay manifestación divina que despierte la conciencia y comunique vida al alma. Los oyentes no pueden decir: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” Lucas 24:32. Son muchos los que están clamando en pos del Dios viviente y anhelando la presencia divina. Permítase a la palabra de Dios que hable al corazón, y que aquellos a quienes sólo se habló de tradiciones, teorías y máximas humanas, oigan la voz de Aquel que puede renovar el alma para vida eterna” (Profetas y Reyes, 461).
Dios te bendiga.