La pureza germina en el corazón, anida en los pensamientos y se manifiesta en palabras y acciones. El secreto para estar libres de la impureza es nunca ceder en alguna pequeñez que insinúe lo trivial. Algunos se han atrevido a nadar en las aguas turbulentas de la tentación porque pensaban que tendrían el control, pero no consideraron que la marea podía violentarse súbitamente, y se ahogaron. Es oportuno recordar la advertencia paulatina: «Así pues, el que cree estar firme, tenga cuidado de no caer» (1 Corintios 10:12).