Bienaventurada institución.
“Y si tardo, para que sepas cómo conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y baluarte de la verdad” 1 Timoteo 3:15.
La iglesia es la comunicad de personas llamadas por Dios para reflejar su gloria y proclamar su mensaje a todos los pueblos.
Esa corporación tiene en las Escrituras muchos nombres. Se la llama “la congregación”: “Decid a toda la congregación de Israel: ‘El 10 de este mes tome cada uno un cordero por familia, un cordero por cada casa’” (Éxodo 12:3), “la gran congregación de los santos”: “Dios temible en la gran congregación de los santos, formidable sobre cuantos lo rodean” (Salmo 89:7), “la congregación de los rectos”: “Alabaré al Señor, con todo el corazón, en la compañía y congregación de los rectos” (Salmo 111:1), “mi heredad”: “reuniré todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat. Allí las juzgaré por sus delitos contra mi pueblo, y contra Israel mi heredad, a quienes esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra entre sí” (Joel 3:2), “el cuerpo de Cristo”: “Y Dios sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo constituyó cabeza suprema de la iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que llena todas las cosas en todos” (Efesios 1:22, 23), “columna y baluarte de la verdad”: “Y si tardo, para que sepas cómo conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15), “congregación de los primogénitos”: “a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23), etc.
El Nuevo Testamento destaca la muy conocida metáfora en la que Cristo es presentado como la cabeza de la iglesia que él tanto amó y por la cual dio su vida. Todos estos títulos y las diversas metáforas empleadas en la Palabra para ilustrar su naturaleza, nos llevan a formular la pregunta: ¿Puede alguien pretender ser hijo de Dios sin ser miembro activo de la iglesia aquí en este mundo?
Cierto día un creyente que hoy es una columna de la iglesia fue a hablar con su pastor para pedirle que borrara su nombre de la lista de miembros, pues no se creía digno de ser llamado cristiano. Sorprendido, el pastor le preguntó:
-Pero, ¿qué sucedió para que tomara tan drástica decisión?
-Bueno –respondió-, ayer por la tarde tuve una seria divergencia con una persona. La discusión se exacerbó hasta el punto de encolerizarme y casi le di una bofetada. Pienso que con ese temperamento no debo continuar siendo miembro de la iglesia.
-Pero, ¿qué fue lo que le impidió abofetearlo cuando se sintió tan irritado? –preguntó el pastor.
-Bueno, el hecho de ser miembro de la iglesia restringió mi libertad. Pensé que un miembro de la iglesia no debe usar el recurso de la fuerza.
-¡Excelente! –exclamó el pastor-. Entonces le sirvió de algo el ser miembro de la iglesia. La impidió usar la violencia. ¿Y a pesar de eso quiere dejar la iglesia?
-Comprendo lo que quiere decir –dijo el creyente-. Deje mi nombre en la lista, por favor.
Y así continuó en la lista de la iglesia el nombre del famoso naturalista Jack Miner, de la ciudad de Ontario, Canadá.
¡Gracias a Dios por la institución que nos guarda de practicar el mal!