“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).
No recuerdo haber leído un texto tan radical en cuanto a la posibilidad de que nosotros, seres humanos, seamos malos y nos engañemos a nosotros mismos. Pero el texto no es pesimista, sino realista. Nosotros somos los que, una vez más, nos engañamos, y muchas veces nos creemos más capaces de lo que realmente somos.
Hay muchas personas, incluso en nuestra iglesia, que creen que son mejores de lo que muestra la realidad. He escuchado a varios predicadores decir cuán bendecidos estamos. He observado cómo algunos líderes exaltan el crecimiento de la iglesia a nivel mundial, aparentemente porque el Espíritu Santo ya está siendo derramado en gran medida. He presenciado shows musicales donde se tiene la certeza de que el Espíritu está en ese lugar, cuando en realidad domina el ruido ensordecedor y el mensaje se vulgariza. ¡Nos falta mucha entrega todavía como para ser lo que se describe para el tiempo de la lluvia tardía!
Nuestra real situación se puede describir en pocas palabras: dependemos completamente de Dios, o de nuestro Salvador, para ser transformados en personas perfectas.
Entonces, hemos descendido a tal nivel de degradación que, aun cuando utilicemos nuestra propia capacidad –que de hecho, existe, pero que se ha degenerado a niveles extremos– erraremos. Cuando Adán y Eva pecaron, por un tiempo mantuvieron mucho del vigor inicial con el que habían sido creados. Pero sus hijos nacieron menos capaces, tanto que Caín mató a Abel. La degeneración fue avanzando a tal punto que Dios tuvo que intervenir en la maldad humana, destruyendo a casi todos a través del Diluvio. Después, la raza humana continuó degenerándose, y Satanás continuó contaminando y generando condiciones para que siempre vayamos empeorando. Hay un límite para la degeneración impuesto por Dios, más allá del cual la humanidad se destruiría completamente. En su astucia, el enemigo denomina a esa degeneración como “la fuerza del más apto”, la cual perfecciona la raza humana, cuando –en realidad– lo que sucede es justamente todo lo contrario. Por cierto, estamos muy cerca del límite impuesto por Dios. Tenemos profecías que lo demuestran. Por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la violencia generalizada. Pero también tenemos el desafío de que, aún entre las condiciones reales de ese límite, Dios tendrá un pueblo tan sincero, tan ligado a Él, como jamás existió desde que entró el pecado en este planeta.
En cierto modo, a excepción de nuestra comisión dada por Dios como iglesia de los últimos tiempos, Enoc es un ejemplo precedente de las condiciones en las que hoy nos encontramos. Hoy no debemos separarnos físicamente de la humanidad degenerada, pero mentalmente debemos mantenernos puros e incontaminados. Este es un desafío: ser un ciudadano celestial pero viviendo entre ciudadanos terrenales, aun los de la peor especie. El desafío es: ¡sacar de ese ámbito a muchos para vida eterna!
“Enoc era santo. Sirvió a Dios con corazón indiviso. Se dio cuenta de la corrupción de la familia humana y se apartó de los descendientes de Caín a quienes reprendió por su gran maldad. Había en la tierra quienes reconocían al Señor, lo temían y lo adoraban. Pero el justo Enoc se sentía tan perturbado por la creciente maldad de los impíos, que no se relacionaba con ellos cada día, por temor de verse afectado por su infidelidad y que sus pensamientos no siempre se dirigieran a Dios con la santa reverencia que merecía su carácter excelso. Su alma se afligía pues todos los días veía cómo pisoteaban la autoridad divina. Decidió apartarse de ellos, y pasar la mayor parte del tiempo en soledad, que dedicaba a la meditación y la oración. Permanecía ante el Señor y oraba para saber su voluntad más perfectamente, de manera que la pudiera cumplir. Dios se comunicaba con Enoc por medio de sus ángeles y le daba sus divinas instrucciones. Le hizo saber que no siempre contendería con el hombre en su rebelión, que su propósito era destruir la raza pecadora mediante las aguas de un diluvio que caería sobre la tierra” (La historia de la redención, p. 59). (Romanos 12:2, 9-21)
Notamos que la insensatez está tomando control del planeta. En los noticieros podemos ver exactamente lo que hace un necio o insensato. Veamos algunas de sus características:
- El insensato se cree superior a otros, más capacitado, más inteligente.
- Habla con arrogancia, orgullo y soberbia. La soberbia consiste en actuar con orgullo, con pretendida superioridad, presunción.
- Cree que sabe más que los demás y que siempre tiene razón. Los demás están siempre equivocados, y él es quien tiene la verdad.
- El necio es capaz de condenar las creencias de los demás, pero él mismo puede caer en teorías ridículas y absurdas, como es el caso del surgimiento de la vida y el orden complejo impuesto por el azar.
- El insensato oprime a los demás, a los que considera inferiores. Con los que no están de acuerdo con él, es intolerante porque, como siempre cree que tiene la razón, trata a quienes piensan diferente con desprecio.
- El insensato pierde especialmente la capacidad de evaluación crítica, o sea, sólo acepta lo que está de acuerdo con su pensamiento, y prejuzga como erróneo a todo lo que distinto a lo que él piensa, por lo que no es imparcial. El que piensa que es inteligente, en realidad, es una persona ingenua.
- Los necios se burlan de todo lo que no está de acuerdo con lo que ellos piensan. Y como generalmente no creen en Dios, o si creen, lo hacen según su propio pensamiento, entonces consideran inferiores a todos los que creen realmente en Dios, o se burla de su creencia. En este sentido, tienen el mismo modo de pensar de Lucifer o Satanás.
- El insensato es fácilmente engañado cuando el engaño está de acuerdo con lo que él cree. Además, Satanás jamás perdería tiempo intentando engañar a alguien en lo que él no crea, pues esta estrategia difícilmente podría ser exitosa.
“Cuán lastimoso pecado es que los hombres no despiertan a la realidad y comprendan cuán necio es permitir que los afectos desordenados por las cosas terrenales expulsen el amor de Dios del corazón. Cuando el amor a Dios es expulsado, el amor al mundo surge rápidamente y llena el vacío. Solamente el Señor puede limpiar el templo del alma de la contaminación moral” (Consejos sobre la mayordomía cristiana, p.142).
Presentamos una lista de las características de los sabios, procurando resaltar las palabras que mejor caracterizan cada punto, y basados en Proverbios 14:
- Reflexión: Los sabios caminan en humildad y reflexionan, meditan, hacen preguntas, y procuran saber, comprender con mayor profundidad, la esencia de las cosas. Por ejemplo, si una conversación gira hacia los actos de una persona, la intención del sabio es ayudar, por lo que investigará en fuentes seguras para informarse. Siempre tendrá la intención de ayudar a quien lo necesite, nunca la de esparcir el tema para todos lados.
- Aprendizaje: Los sabios valoran el aprendizaje. Los sabios son cautelosos, y siempre recurren al diálogo para aconsejar, profundizar, buscar nuevas comprensiones, debatir para reforzar el conocimiento.
- Confianza en Dios: Estas personas poseen una calidad de vida que les permite serenidad y confianza, pues saben que dependen de Dios, y eso les brinda seguridad. Porque conocen mejor a Dios y cómo Él actúa, saben ejercer el dominio propio en momentos de tensión, por lo que son más calmos que las personas no sabias.
- Obediencia a Dios: Los sabios siguen los Diez Mandamientos, especialmente en lo que es amar a Dios, pues quien ama a Dios, evidentemente también ama al prójimo, y se lleva bien con los demás, especialmente con los integrantes de su familia.
Este tema es fascinante. Habla de un Dios que es realmente capaz. Y creo que estas características de Dios son impresionantes. ¿Y cuáles son?
Omnisciencia: Dios sabe todo lo que hay que saber, incluso lo que nadie más sabe, desde la eternidad pasada (historia), lo presente en todo lugar, y hasta el futuro eterno (profecía).
Omnipresencia: Dios es capaz de estar en todos los lugares, aunque tenga una sede para su gobierno, que en el futuro estará en este planeta. Nadie más tiene tal capacidad, por lo tanto, nadie más es capaz de ser Rey como Dios.
Omnipotencia: El Rey del universo, el Creador, no tiene límites. Es infinito en poder, y esta es otra característica impresionante.
Ahora bien, hay algo más que podemos añadir a Alguien tan capaz. Él es puro Amor, esa es su Ley, a través de la cual rige el universo. ¿Podemos imaginar un Rey, del cual todos dependamos, que tenga todas estas características, y todavía haga todo a través del principio del amor? Ese sería un Reino realmente hermoso para vivir, para ser feliz eternamente. A eso lo denominamos perfección, y sólo en el amor hay perfección. Este conjunto de capacidades de Dios es lo que llamamos “temor de Jehová”.
El ser humano ha ido desarrollando la capacidad de planificación. Los países planifican hasta para períodos mayores de veinte años, algunos hasta para cincuenta años. Las grandes empresas llegan a planificar hasta para diez años. La planificación humana es defectuosa, muy defectuosa.
¿Y cómo es la planificación de Dios? Él ha logrado prever lo que hará durante la eternidad. No son apenas cincuenta años adelante, lo que de por sí ya sería muy bueno, sino que el plazo de previsión de Dios es simplemente la eternidad.
Y con respecto a nosotros, siervos de Dios, ¿cómo funciona la planificación? Hasta cierto punto, opera del mismo modo como lo hace en los demás seres humanos, pero a partir de cierto punto, es muy diferente. Nosotros planificamos el futuro, y debiéramos hacerlo. Los que confían en Él planifican su vida, pero siempre cometerán errores. Dios permite esto, pero en el momento oportuno, Él entra en acción, y reorienta nuestra vida, por lo que siempre estaremos rumbo a la vida eterna.
Es cierto que aparecerán problemas, pues mientras estemos en este mundo lleno de cosas malas, aún los hijos de Dios deberán experimentar algo de los dolores del pecado. No debemos estar dentro de una caja de cristal, prevenidos de todo mal, siendo nosotros también pecadores, y necesitando ser purificados por algún sufrimiento.
Dios es el único Guía seguro para esta vida y para la preparación para la vida eterna. Satanás, desde el principio, se ha especializado como el mayor de todos los estafadores, para engañar. La estrategia de él es prometer algo muy deseable y agradable, surgido del pecado, o sea que quiere hacernos creer que el pecado no es malo, sino algo muy bueno. El pecado, en realidad, al principio parece interesante y prometedor. Y en estos tiempos esta estrategia está siendo utilizada a ultranza. Estemos atentos, es decir, mantengamos una estrecha comunión con Dios todo el tiempo, pues quien permanezca en pie, especialmente los líderes, serán el blanco directo de Satanás para ser derribado y así ser instrumento para engañar a otros, y arruinar a la iglesia. Preguntémonos: ¿No será esto lo que está pasando entre nosotros? Esto es un desafío.
Somos seres propensos a ser engañados. Si los ángeles que no eran pecadores y fueron engañados, imagina cuán fácil es engañar a los seres que ya son pecadores, que gustan del pecado. No podemos confiar en nosotros mismos, debemos estar unidos a nuestro Salvador, desde el momento en el que nos despertemos hasta el momento en el que nos adormezcamos.
La publicidad en nuestros tiempos es que la capacidad la tenemos dentro de nosotros mismos, somos poderosos. Esto es una falacia, pues somos susceptibles a ser engañados fácilmente. Los demás quieren engañarnos, y nosotros mismos nos engañamos, ya sea de manera consciente, o sin que nos demos cuenta. Esto debe servirnos de llamado de alerta.
“Necesitamos educar y preparar la mente para que tengamos una fe inteligente y una amistad comprensiva con Jesús. A menos que continuamente mantengamos amistad entre Dios y nuestra alma, nos separaremos de él y marcharemos aparte de él. Nos amistaremos con los que nos rodean, y pondremos nuestra confianza en los hombres y nuestros afectos se desviarán del verdadero propósito del culto. No debemos permitir que la frialdad resfríe nuestro amor por nuestro Redentor. Si hemos de tener comunión con él, siempre debemos tenerlo frente a nosotros, y tratarlo como un Amigo honorable, dándole el primer lugar en nuestros afectos. Debiéramos hablar de sus encantos inmaculados y cultivar constantemente el deseo de tener un conocimiento mayor en Jesucristo… Si hubo un tiempo en el que los hombres necesitaran la presencia de Cristo a su derecha, es ahora… Necesitamos al Capitán de nuestra salvación continuamente a nuestro lado” (The Youth’s Instructor, 19 de julio de 1894, citado parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 29).
¿Aceptas este desafío? Dios te bendiga.