La juventud es un tiempo de ilusiones, de sueños y conquistas. El mayor infortunio que puede afrontar el ser humano es creer que la juventud va a perdurar para siempre. La realidad es que si no aprovechamos las oportunidades que la vida nos otorga, nuestra existencia se disipará como el vapor que se desvanece ante el amanecer. Pero aunque logremos extraer el máximo provecho de la vida, nunca estamos exentos de que en algún momento surja el dolor, arribe el sufrimiento y golpee la muerte. Por eso es bueno reflexionar: la vida no dura para siempre. Si entendemos esta realidad, entonces decidiremos usar nuestro tiempo de una forma más sabia. Aprovecharemos las oportunidades que la vida nos ofrece para nuestro desarrollo personal. Siempre habrá tiempo para estudiar y aprender, sobre todo, para disfrutar a nuestros seres queridos que hoy tenemos, pero que algún día ya no estarán con nosotros. La vida es muy breve. No es la cantidad de obras o logros destacados lo que al final nos otorgará satisfacción personal; es nuestra capacidad de amar, servir y ser un instrumento de bendición para nuestro prójimo lo que le dará sentido a nuestra vida. ¿Estamos aprovechando al máximo nuestro tiempo, salud y vigor? La forma como respondamos definirá nuestro destino. Acércate a Dios ahora que gozas de salud y vida, es la mejor decisión que puedes tomar.