En la vida espiritual, cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro salvador personal, empezamos una nueva vida. Al principio somos como bebés, pero poco a poco Dios mismo nos hace crecer y podemos llegar a ser gigantes de la fe. La altura espiritual es importante, porque es una señal de que estamos vivos para Cristo; esa altura no tiene que ver con encestar balones o destacar en algún deporte. Habla de nuestra semejanza al carácter de nuestro Salvador. En medio de las tentaciones, los problemas o desafíos que podemos enfrentar, nunca olvides que Jesús es el gigante por excelencia que nos sostiene en la batalla y concede el triunfo, para gloria de su Nombre. Podemos tener la certeza que nuestro Salvador es el gran gigante que nos defiende en todo tiempo, en cualquier lugar y circunstancia.