Señor, consérvanos puros.
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” Apocalipsis 3:5.
Una cosa es descubrir que las culturas idólatras y paganas del mundo son impuras y otra muy distinta, ver que el mundo cristiano le da la espalda a la moral y la pureza. Es la realidad de hoy en día. Las personas rechazan el verdadero carácter cristiano porque no están dispuestas a renunciar a sus malos hábitos ni dejar que Dios obre en ellos conforme a su voluntad. No hay influencia que corrompa más el corazón y, por desgracia, la mente de muchos que profesan ser cristianos, que los medios de comunicación de masas, en particular la televisión y el internet, que son los medios que se consumen más en estos días.
Son educadores de moral disoluta. El cine y la televisión enseñan que “el sexo” sin restricciones, el adulterio, la fornicación y la homosexualidad son cosas completamente normales, e inclusive varias de estas prácticas se han intentado introducir dentro de la educación de los niños y los adolescentes. Por ello cantan las alabanzas de la infidelidad conyugal y el divorcio. En los Estados Unidos, según la estadística, más de la mitad de los matrimonios que se dan terminan en ruptura.
Casi la mitad de los niños que nacieron en este país durante el año 2009 eran hijos de madres solteras. No me sorprendería que la cifra haya aumentado exponencialmente durante estos 10 años que han transcurrido. Cada día se practican alrededor de 115,000 abortos ya sean legales o ilegales, lo que equivale a 42 millones de abortos al año. El 83% de los abortos del mundo se practican en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, mientras que el 17% restante se da en los países desarrollados o de primer mundo.
Todo esto no es novedad; desde tiempos del pueblo de Israel, todas estas prácticas paganas se vieron presentes entre el mismo pueblo de Dios. Con el paso del tiempo y la práctica más concurrente de estos actos inmorales, la sociedad ha optado finalmente por adoptarlas como prácticas completamente normales, y hemos visto también cómo estas ideologías se han intentado imponer inclusive dentro del cristianismo, y cómo varias denominaciones han aceptado estas prácticas como algo normal.
“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20).
“Del mismo modo también los hombres, dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Romanos 1:27). El movimiento en favor de los derechos de los homosexuales ataca sistemáticamente la familia y ahora reclama que puedan contraer matrimonio y adoptar niños.
Existe el peligro de que los cristianos que viven en una sociedad corrupta e inmoral acaben por aceptar como normal lo que es anormal, que una persona homosexual siga su estilo de vida porque, sencillamente, no puede cambiar sus inclinaciones. Existe el peligro de que los cristianos comiencen a aceptar la fornicación y el adulterio como parte integrante de la vida. Existe el peligro de que los cristianos empiecen a pensar que, aunque el divorcio sea un asunto grave, pueda justificarse incluso cuando no hay adulterio.
Los actos impuros proceden de corazones impuros. Cuando los pensamientos del corazón son impuros, la vida es impura. Solo los puros de corazón podrán llegar a ver a Dios y vivir en gloria con él: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
Hay un producto para la higiene personal que se anuncia mucho en televisión; un gel antibacterial que asegura ser puro al 99.99%. Jesús quiere que seamos aún más puros. ¿Es esta tu elección? ¿Realmente deseas ver a Dios?
Creemos y estamos seguros de que estamos viviendo los días finales en esta tierra; ¿no estamos preparando para recibir a Jesús? ¿nos hemos mantenido puros de corazón?
Hay un pequeño poema que dice algo parecido a esto:
Treinta días tiene noviembre
Con abril, junio y septiembre;
Veintiocho solo uno
Y los demás treinta y uno.
Si el año bisiesto fuere,
Ponle a febrero veintinueve.
¿Por qué cuando el año es bisiesto, ese día de más cae en febrero? Ese día se añade para que el número de días del año refleje con más precisión la traslación de la Tierra alrededor del Sol. El tiempo exacto que tarda nuestro planeta en dar una vuelta alrededor del Sol es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Esto significa que el año del calendario es ligeramente más corto que el año solar. Por tanto, siguiendo una fórmula precisa de cálculo, cada cuatro años se añade un día al mes de febrero. A ese año lo llamamos “año bisiesto”.
Quizá te interese saber que detrás del origen de los años bisiestos, en el año 45 a.C., se encuentra Julio César. Sin embargo, existen registros de ajustes calendarios llevados a cabo por los faraones egipcios.
Cierto día, los fariseos le pidieron a Jesús que les diera una señal del cielo que indicara que él era el Mesías.
“Entonces algunos fariseos y saduceos vinieron a tentarlo, y le pidieron que les mostrase alguna señal del cielo. Pero él respondió: Al atardecer decís: ‘Habrá buen tiempo, porque el cielo está rojo’. Y al amanecer: ‘Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojo y nublado’. Entendéis el aspecto del cielo, y no entendéis las señales de los tiempos. Esta generación mala y adúltera demanda señal, pero no le será dada señal, sino la del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue” (Mateo 16:1-4).
En otras versiones de la Biblia se menciona que Jesús respondió: “¡Hipócritas, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, pero las señales de los tiempos no podéis distinguir!”
Si esa misma se formulara un 29 de febrero, Jesús respondería: “¡Hipócritas, que se preocupan por la precisión del calendario, pero no se dan cuenta de que viven los últimos días de la historia de este mundo! Dejen de pensar tanto en su calendario y ocúpense más de prepararse para mi segunda venida”.
Sí, quizá sea recomendable que el calendario y el año solar estén sincronizados; pero que, con la ayuda del Espíritu Santo, mantengamos sincronizada nuestra vida con la Palabra de Dios es de importancia eterna. La pregunta que tenemos que formularnos a diario no es: “¿Qué día es hoy?”, sino: “¿Mi vida refleja hoy y cada día la voluntad de Dios?”
Que en nuestro corazón reine el anhelo de ser vestidos de esas ropas blancas que Jesús tiene preparadas para todos los vencedores en este mundo.
Que nuestra oración a diario incluya siempre esta petición: Padre mío que estás en los cielos, haz que las palabras que salgan de mi boca y la meditación de mi corazón te sean aceptables. Ayúdame a mantenerme firme en tus caminos a pesar de vivir y convivir en medio de una sociedad antimoral. Que pueda ser luz en medio de la oscuridad. Señor, consérvanos puros.