«Echando toda vuestra ansiedad sobre él»

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;

Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 Pedro 5:6-7

 

La ansiedad es una emoción natural. Todos sentimos ansiedad en algún momento. Pero algunas personas experimentan una mezcla entre sufrimiento y ansiedad. El Señor es siempre el mismo. El amor de Dios, su consideración, su poder, son los mismos en tiempos de aflicción y en tiempos de prosperidad. El poder de Cristo para proporcionar paz al corazón no depende de circunstancias externas; de modo que el corazón que se refugia en él puede regocijarse continuamente.

El Versículo 7 nos dice que echemos toda nuestra ansiedad sobre El, porque Él tiene cuidado de nosotros. La ansiedad y el estrés son las enfermedades más comunes de esta era moderna, las clínicas están llenas para solucionar este asunto. La ansiedad es el preocuparse por el futuro, ¿Qué va a pasar en el futuro?  ¿Y si me pasa esto? ¿Y si me pasa aquello?, hermanos andamos demasiado ansiosos y por eso dice: echando toda vuestra ansiedad sobre El.

La ansiedad, así como las demás emociones y sentimientos se producen por la forma en la que nuestra mente percibe la realidad. Las personas que sufren de ansiedad generalmente notan peligro en situaciones en las que otras personas no lo notan. También suelen verse a sí mismas como vulnerables. Esa combinación de “peligro y vulnerabilidad” hace que situaciones comunes de la vida diaria se transformen en verdaderas pesadillas para mucha gente.

Cuando Jesús dijo “no estéis ansiosos” (Lucas 12:29) también invitó a sus oyentes a una reflexión racional: “mirad las aves del cielo” (Lucas 12:24), “mirad los lirios del campo” (Lucas 12:27). Ese es uno de los métodos más eficientes para vencer la ansiedad, el ejercicio de la razón. Cuando estamos bajo el control de la ansiedad, nuestra mente queda dominada por la emoción y nuestros pensamientos son modelados por lo que sentimos. Como resultado vemos las cosas bajo una perspectiva que solo hace que la ansiedad aumente. Pero, cuando evocamos el uso de la facultad mental llamada razón a través de algún tipo de ejercicio mental, retiramos el control que la ansiedad ejercía sobre nosotros y tomamos las riendas de nuestros pensamientos, de esta manera podemos modificar nuestro estado emocional.

Dios quiere que confiemos en El, que echemos toda nuestra ansiedad sobre El. Él quiere, El desea que echemos nuestra ansiedad sobre El, que no ande todo temeroso, medroso, decirle: Señor, tengo que este problema, está pasando esto, que se haga tu voluntad! Cómo tú quieras! Yo voy a descansar. Muchas veces viene satanás a nuestra mente y nos trae pensamientos, nos trae ideas de que quizás te pasa esto, quizá saben de esto, quizá esto, quizá aquello.

Hay muchas cosas que no podemos solucionar, y ¿para que cargarlas entonces? No tiene sentido afanarse por las cosas que uno puede controlar, porque si se puede controlar no tiene sentido afanarse y no tiene sentido afanarse por las cosas que uno no  puede controlar, porque si no se puede controlar para que te afanas.

Puede que haya muchas razones por las que pases momentos de ansiedad. Algunas situaciones pueden ser muy graves, desde tu punto de vista. Pero no importa que tan terrible se vea la situación, si pones tu confianza en el Señor, y le cuentas en oración lo que te pasa, Él te dará tranquilidad y la seguridad de que Él está al control de todo. Tenemos que reconocer que el afán y la ansiedad pertenecen al reino de lo material, de este mundo, las personas se afanan para resolver sus problemas con sus propias fuerzas y su capacidad. Afanándonos y preocupándonos no podremos cambiar ni las cosas más pequeñas de nuestra vida. Filipenses 4:6

Exprésele a Dios lo que quiere, lo que le aflige, dígaselo, déjele a Él sus cargas y el arreglara’ nuestros caminos. La ansiedad no nos quita la salvación, no nos quita muchos beneficios de Dios, pero nos puede estorbar para servir a Dios como deberíamos de servirle.

La Biblia dice “La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones en Cristo Jesús” Y es que la paz es el antídoto de la ansiedad, la tranquilidad para enfrentar los retos y adversidades de la vida, protege nuestro corazón “emocional” para que reaccionemos en forma adecuada y aún nuestro corazón carnal, ese que bombea sangre que se acelera y parece salirse del pecho cuando la ansiedad lo acelera, por eso dele años a su vida, dele paz a su espíritu, dele paz a su familia, dele paz a su prójimo, dele paz y salud a su ser en forma integral.

La ansiedad nos enfoca en los problemas y no en la solución nos hace actuar en forma reactiva, impulsiva. Va minando la estabilidad emocional y se vuelve parte de la vida de una persona hasta volverse parte de su descripción “esa persona es ansiosa”; basta mirar como retuerce las manos, truena los dientes, muerde sus uñas, sus dedos, se pone de un carácter insoportable. Si es su caso deténgase cuando sienta ansiedad identificarla y tome espacio para estructurar una solución, una respuesta y una estrategia para volver a la calma necesaria para vivir en paz. De ser necesario busque ayuda, escuche a la gente cercana ellos son el mejor termómetro.

“Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales. —( Patriarcas y Profetas, 299 (1890).”

“Todos anhelamos la felicidad, pero muchos rara vez la encuentran debido a los métodos equivocados que usan al perseguirla en vez de luchar por ella. Debemos luchar ardientemente y combinar nuestros deseos con la fe. Entonces la felicidad nos embargará casi impensadamente… Cuando podamos, por desagradables que sean las circunstancias, reposemos confiadamente en su amor y encerrémonos con él, descansando apaciblemente en su ternura, y la sensación de su presencia nos inspirará un gozo profundo y sereno. Este proceso nos conferirá una fe que nos capacitará para no inquietarnos, ni afligirnos, sino para apoyarnos en un poder que es infinito. —Mecp 189 (1897). 2 t. Mente carácter y personalidad. Pág. 489 .3 “

Quienes han experimentado una relación de fe con Jesús saben que la oración y la comunión con él ayudan a manejar la ansiedad de la vida con bastante éxito. De hecho, la oración parece mejorar nuestras defensas corporales. Jesús, por medio de sus palabras y ejemplo, nos ofrece consejos prácticos sobre cómo dejar la ansiedad y los afanes de esta vida. El primer recurso notable que le permitía enfrentar las enormes presiones que experimentaba al sanar, predicar, alimentar a las multitudes y por ser objeto de persecución de parte de varios grupos, era su cercanía con su Padre. Jesús fortalecía su relación con su Padre por medio de la oración y la meditación. Por ejemplo, Marcos nos dice que “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (S. Marcos 1:35). A veces Jesús invitaba a sus discípulos a unírsele. Más de una vez les dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (S. Marcos 6:31). Orar en la quietud de la mañana o la noche, puede que sea la única oportunidad que tengamos para ser impresionados por la voz de Dios y recibir la energía y la sabiduría para enfrentar los desafíos que la vida nos trae.

Jesús también encontró alivio en la comunión con las personas. A veces lo encontramos descansando en la casa de Lázaro, Marta y María. Y se aseguraba de que sus discípulos tuvieran alguna recreación. Él sabía que un periodo de descanso y recreación, apartados de la multitud, les daría nuevo vigor. Al pedirles periódicamente que se retiraran a descansar, les estaba enseñando cómo equilibrar el trabajo con el reposo. La vida de Jesús fue fundamentalmente desinteresada. Constantemente empleaba sus energías para servir a los demás. (Hechos 10:38).

Las personas que se ocupan en trabajos voluntarios, proyectos comunitarios y de asistencia a los demás, sienten mayores niveles de bienestar y satisfacción que los que no lo hacen.

Si usted está sufriendo mucho de ansiedad, quizá le convenga poner a un lado los papeles, herramientas, preocupaciones, sea lo que fuere, y reflexionar sobre cómo Jesús manejaba el exceso de trabajo. Y recuerde su promesa: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (S. Mateo 11:28, 29).

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