Afinando las oraciones

 

Afinando las oraciones.

“Yo te he invocado por cuanto tú, Dios, me oirás; inclina tu oído, escucha mi palabra” Salmo 17:6.

¿Cuándo fue la última vez que oraste, no para pedir, sino para platicar con Dios?

Tal vez nos hemos cuestionado, o podemos llegar a cuestionarnos: Si Dios sabe lo que es mejor para nosotros y hace su voluntad, ¿para qué molestarnos en orar? Si la misma Biblia dice que “vuestro Padre sabe qué cosas necesitáis, antes que las pidáis” (Mateo 6:8). Aunque él haga su voluntad, quiere que participemos en el esfuerzo. Oramos por iniciativa propia. Dios no nos impone su voluntad.

Ahora puedes decir: “Ah, se trata de una especie de dilema”. Es como decir que o bien usted hace lo que él quiere o bien no lo hace en absoluto. No te precipites.

Cuando entendamos a quién oramos no desearemos que sea de otra manera.

Nuestro Padre celestial quiere para nosotros cosas mucho mejores que las que nosotros mismos podamos desear.

Si nos matriculamos en la escuela de la oración, y asistimos regularmente, sucederán dos cosas. Una de ellas es que nunca nos graduaremos; la otra es que nunca seremos reprobados. Me encanta el texto de Pablo que habla de la oración como una red de seguridad: “De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8:26, 27). ¡Magnífica promesa!

A continuación, te expongo tres cosas que puedes hacer para mejorar tu experiencia de oración:

  • Asegúrate de que no hay nada en tu relación con tu padre terrenal que pueda dificultar tu relación con el Padre celestial. Si descubres que hay problemas por resolver, pide a Dios el maravilloso don del perdón. (“Perdona nuestras deudas, como nosotros también perdonamos a nuestros deudores” [Mateo 6:12]).
  • Consigue una concordancia bíblica y busca la palabra “santo”. Lee los textos que se refieren a la santidad de Dios. Asegúrate de que tienes un concepto claro en cuanto a qué quiere decir la Biblia cuando declara que Dios es santo. (“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre” [Mateo 6:9]).
  • Dile a Dios que estás dispuesto a hacer su voluntad en todos los aspectos de tu vida. Piensa en los cambios específicos que tendrás que hacer para que esto suceda. (“Sea hecha tu voluntad, en la tierra como en el cielo” [Mateo 6:10]).

El amor de Dios quiere lo mejor para nosotros. La sabiduría de Dios sabe qué es lo mejor para nosotros. El poder de Dios puede lograrlo.

Cada mañana Dios habla a tu corazón y te dice: Hijo, ora como antes, extraño tu voz.

La relación más importante de todas es la que debes desarrollar con Dios, no la descuides, tu Dios te está esperando.

Hoy es un buen día para pasar tiempo con Dios, doblar tus rodillas y platicar con él, ¿quieres intentarlo?

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