¿Cómo vencer la tentación?

 

¿Cómo vencer la tentación?

“¿Por qué dormís? Levantaos y orad conmigo para que no entréis en tentación” Lucas 22:46.

“Después Jesús salió, y se fue, como solía, al monte de los Olivos. Y sus discípulos lo siguieron” (Lucas 22:39).

La última cena había terminado. Jesús y sus discípulos habían llegado al huerto de Getsemaní. Aquella noche se decidía si Jesús estaba dispuesto a beber la amarga copa del sufrimiento y la muerte.

“Cuando llegó a ese lugar, les dijo: ‘Orad para que no entréis en tentación’. Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oró,” (Lucas 22:40, 41).

Jesús dejó a sus discípulos y se adelantó un trecho para orar a solas. Antes de apartarse, les pidió que ellos también oraran para no caer en tentación. Entonces Jesús los dejó para iniciar el duro combate para el cual había venido al mundo.

“En su agonía, oraba más intensamente… Cuando se levantó de orar, vino a sus discípulos…” (Lucas 22:44, 45).

Lleno de angustia, pasó un tiempo a solas tras el cual sintió la humana necesidad de compañía y aliento, por lo que regresó donde estaban sus discípulos. Jesús podía haber estado seguro de que estarían orando por él y por ellos mismos para soportar este terrible trago amargo que estaban por enfrentar. Pero estaban dormidos. ¿Cómo era eso posible?

Un pastor relata que, en cierta ocasión, trajeron a un endemoniado ante un grupo de pastores. Mientras oraban por él, el espíritu empezó a hablar. No es cosa que los pastores recomienden de entablar una conversación con un demonio, pero uno de estos pastores comenzó a dialogar con el espíritu maligno. Le preguntó si alguna vez había ido a la iglesia. La respuesta de parte del espíritu fue afirmativa. Eso llevó al pastor a realizarle otra pregunta: “¿Qué haces en la iglesia?”. Su respuesta no debería ser ninguna sorpresa para nosotros: “Hago que la gente se duerma”. Respondió. Todos sabemos que Satanás es un mentiroso, pero en esa ocasión dijo la verdad.

Si el diablo no puede impedirnos que vayamos a la iglesia, hará todo lo que esté a su alcance para que nos durmamos. ¿Por qué cuando entramos en la iglesia estamos completamente despiertos y, nada más empezar el sermón, nos vence la modorra, empezamos a cabecear y muchos acabamos durmiéndonos?

Todo sermón que se expresa cada sábado en la iglesia es de suma bendición para nosotros porque son palabras que provienen directamente del Padre para ayudarnos a reforzar nuestra vida espiritual. Cuando sedemos a la tentación del sueño no podemos percibir ni mucho menos recibir el mensaje que Dios tenía preparado para nosotros en ese día. Tal vez eran palabras que nos ayudarían a salir de algún problema por el cuál habíamos rogado, o era la respuesta para alguna de nuestras peticiones, pero nosotros dormíamos.

El sueño no solo se presenta de manera física, ni tampoco solo en la iglesia. Podemos estar pasando por un tremendo sueño espiritual del cuál no nos damos cuenta porque Satanás nos mantiene tan cómodos sumidos en ese sueño, que no queremos despertar de él. Creemos que estamos haciendo las cosas bien, cuando necesitamos a Dios más que nunca en nuestros corazones. Descuidamos la oración; el maravilloso don que Dios nos dio para mantenernos comunicados con él en cada momento de nuestro diario vivir.

¿Cómo habría cambiado aquella noche la historia de Getsemaní si los discípulos, en lugar de haberse dormido, se hubieran mantenido en ferviente oración por su Maestro y por ellos mismos? Por un lado, no habrían huido ante la situación adversa en la que se vieron rodeados. En segundo lugar, Pedro no habría negado a Jesús.

Aunque el sueño es sumamente necesario para mantener una buena salud física, en la vida espiritual no deberíamos consentir en dormir ningún momento. Si dormimos espiritualmente, corremos el riesgo de perder la batalla en cualquier tentación que se nos presente. Si no nos mantenemos desvelados, será más probable que, en lugar de resistir, huyamos como los discípulos.

¿Cuándo una tentación se convierte en pecado?

Para responder a esta pregunta me gusta usar un ejemplo que utilizó el pastor Alejandro Bullón en una de sus predicaciones acerca de este tema.

El pastor cuenta que una persona un día le dijo: “Pastor, yo por la gracia de Dios llegué a un punto en que yo puedo ver a una mujer en ropa interior o vestida provocativamente y no siento nada”.

Detente un momento. Si tú llegas a decir o a pensar eso entonces: O eres un mentiroso, o estás enfermo y deberías acudir a un médico. Porque un hombre normal, ¿cómo va a ver una mujer en ropa interior o que se hace ver provocativa y no va a sentir nada? Es la naturaleza del hombre; el pecado, la codicia… Ahora, el hecho de que te dan ganas de mirar no quiere decir que tienes que mirar. Aquí está la diferencia entre tentación y pecado. La tentación es: Vi, quiero mirar. El pecado es quedarme mirando.

Y entonces después de este ejemplo para marcar diferencia entre tentación y pecado, muestra otro, donde nos enseña a cómo la oración nos puede ayudar en las cosas diarias de manera práctica.

Siguiendo con el mismo caso de codiciar a una mujer. Tú te propones: “Dios mío, a partir de hoy no voy a mirar a las mujeres”. Lo repites una y otra vez, te lo propones y en tu mente sientes que estás listo para enfrentar un nuevo día de labores con normalidad. Pero después de esa oración y de esa proposición a Dios no mantienes una comunión con él y conforme avanza el día te olvidas de eso que te propusiste por la mañana al levantarte y orar. Ahora sales después de alistarte, al trabajo, y entonces estás llegando a tu lugar de trabajo aproximadamente a las once de la mañana y de repente vez que del edificio a donde tienes que llegar justo está saliendo una señorita vestida provocativamente y bonita. Y entonces recuerdas tu propuesta y comienzas: “No voy a mirar, he prometido que no voy a mirar, tengo que dominarme, fuerza de voluntad, no voy a mirar”. Lo repites una y otra vez e inclusive agachas la cabeza para evitar tener un contacto visual con la mujer.

Nos han enseñado tal vez a vencer la tentación, y dicen que la tentación solo dura tres minutos. Si resistes tres minutos ya venciste la tentación, ya eres libre. Otros dicen: “Cuenta hasta cien”. Puedes usar los recursos humanos que se te ocurran para tratar de vencer; incluso este de repetirte muchas veces: “No voy a mirar”. Entonces cruzas a la muchacha y te sigues repitiendo lo mismo. Llegas a las puertas del edificio, y antes de entrar volteas, das una pequeña miradita y entonces entras.

¿Cómo hubiera sido diferente si en lugar de estar repitiendo en tu mente “no voy a mirar” te concentras y comienzas a orar?: “Señor Jesús, vamos a luchar contra la tentación, pero vamos tú y yo juntos. Muchos creen que para orar es necesario doblarse de rodillas y mantener los ojos cerrados en todo momento hasta concluir con la oración, pero no es así. Tú puedes orar andando en el camino, cuando vas manejando en el auto, de pie, sentado, acostado, en cualquier momento y durante cualquier actividad que estés realizando. Como sea que te encuentres puedes mantener una conversación con Jesús, porque de eso se trata la oración. Puedes estar viviendo tu vida, pero conversando con Dios. Y entonces cuando la mujer sale en lugar de concentrarte tú solo te concentras en Jesús y conversas con él. Cuando en lugar de luchar con tus propias fuerzas y decir “no voy a mirar, no voy a hacer, no voy a pensar…”, si en lugar de eso luchas con Jesús entonces te vas a dar cuenta que vas a entrar al edificio y no miraste. Te vas a enterar de que la tentación pasó y tú no hiciste, no pensaste, no actuaste mal. Y la victoria fue de Cristo en ti. Debemos aprender a convivir con Jesús.

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

Satanás conoce cada una de nuestras debilidades por las cuales puede introducir tentaciones y ese sueño espiritual para no buscar a Dios en oración cuando lo necesitamos en nuestra vida. ¡Despierta de tu sueño! Mantente velando para que clames al Señor cuando más lo necesites, y así Jesús pueda vencer por ti, y en ti. No corras el riesgo de negar al Señor por estar dormido cuando tendrías que velar, y convertir la tentación en pecado. Mantén tu mente y tu corazón conectados con Jesús. Esta es la única manera de vencer, porque “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18:27).

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