(Hechos 5:1-11) ¿Por qué Ananías y Safira fueron severamente castigados?
¡Bienvenidos a la inauguración del gran cementerio del mundo cristiano!
El primer miembro del cristianismo que murió fue Ananías; el segundo miembro de la iglesia cristiana en morir fue su esposa Safira.
Hay ciertas religiones que creen que la ley quedó abolida con la muerte de Jesús. Ellos creen que antes de que Jesús muriera, se vivía bajo la ley solamente y que bajo esa ley, el transgresor moría inmediatamente por su pecado. Ellos también creen que después de la muerte de Cristo, ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia.
La historia de Ananías y Safira, es una gran reprimenda para este grupo de personas. Dios quitó la vida de una pareja por mentir y por robar, exactamente como lo hacía con el pueblo del Israel antiguo, en los días de Moisés y de sus sucesores.
¿Cómo pueden ellos explicar la muerte de Ananías y Safira por Dios, si ya para este tiempo no se estaba viviendo bajo la ley, sino bajo la gracia solamente, según afirman ellos?
No hay manera de explicarla; la única explicación satisfactoria es que el hombre desde Adán hasta ahora siempre ha vivido bajo la ley y también bajo la gracia. A través de todo el tiempo Dios ha requerido de sus seguidores una fiel obediencia a su santa ley, y fe para creer en la gracia divina.
La historia de Ananías y Safira, es una bofetada directa para nuestros hermanos cristianos que creen que la ley quedó clavada en la cruz, y que después de la muerte de Cristo comenzamos a vivir solamente bajo la gracia.
Encontramos que en la nueva y recién fundada iglesia cristiana, Dios permite la muerte de dos de sus miembros, sin aviso, sin advertencia, sin darles ni siquiera una oportunidad de arrepentirse ni pedir perdón, y esa muerte fue por transgredir la ley de Dios, robando y tratando de mentir al Espíritu Santo. El pecado es pecado –transgresión o infracción de la santa ley– antes del Calvario al igual que después del Calvario.
En el tiempo del antiguo Israel, cuando el pueblo de Israel vivía bajo la ley de Dios, el pecador moría a veces instantáneamente por sus transgresiones, pero en la mayoría de las veces se les daba la oportunidad de confesar su pecado y de arrepentirse. Pero en el caso de Ananías y Safira, Dios consideró que era un pecado premeditado, alevoso y pre-planeado; por eso ni siquiera se les dio la oportunidad de confesar su maldad, y recibieron una muerte fulminante, inmediata, sin aviso, parecida a la muerte de Nadab y Abiú en el Antiguo Testamento.
El nombre de Ananías significa “la gracia de Dios” y el nombre Safira alude a una piedra preciosa, el zafiro, una joya brillante y muy bella. El nombre Safira del Nuevo Testamento, es el mismo nombre Séfora del Antiguo Testamento; la versión bíblica de los Setentas, usa el mismo nombre para las dos –Séfora. El nombre de Safira o Séfora es comúnmente traducido como belleza.
Por supuesto, fueron sus padres quienes les dieron ese nombre, y fue Dios quien se los quitó. Cuando Ananías pecó contra Dios, la “gracia de Dios” salió de él para siempre, y cuando Safira pecó, ella perdió el valor, la belleza y la luz de lo que su nombre representaba.
La Biblia atestigua que los hermanos de la iglesia vendían sus propiedades y el dinero de esas ventas lo traían a los pies de los apóstoles.
Ellos vendían sus propiedades y daban a la iglesia el producto de la venta por dos razones fundamentales:
La primera, porque la iglesia estaba pasando por una crisis de persecución. La sinagoga de los judíos en Jerusalén era una constante amenaza y los cristianos constantemente se enfrentaban a la situación de perder todos sus bienes y propiedades, de la noche a la mañana. Una de las mejores decisiones que se podía tomar, era vender esos bienes antes de perderlos. Ellos traían a los pies de los apóstoles el dinero de esas ventas, para ser usado de una manera sabia en la iglesia y con los hermanos pobres de la iglesia; este acto de traer el dinero de las propiedades vendidas era un acto voluntario de los hermanos integrantes de la iglesia cristiana primitiva.
La segunda razón por la que ellos vendían sus propiedades, era porque pensaban que Jesucristo vendría demasiado pronto; muchos tenían la impresión de que Jesucristo regresaría esa misma noche, mientras ellos iban a sus camas a dormir. En vez de dejar sus propiedades perdidas, optaban por venderlas y usar ese dinero 100% para la Iglesia.
De acuerdo con Elena de White, esta experiencia se repetirá en los últimos días de la historia de este mundo.
Los hermanos venderán sus propiedades y del producto de esas ventas se usará 100% para financiar el último impulso del evangelio en esta Tierra. Elena de White dice que hay que pedir a Dios, para que él nos avise por medio de su Santo Espíritu, cuándo deben hacerse estas ventas. (Hechos 4:36-37)
En los últimos versículos del capítulo 4 del libro de Hechos, encontramos al hermano Bernabé, quien era natural de Chipre, que vendió su propiedad y todo el dinero lo trajo a la iglesia, y lo puso a los pies de los apóstoles para el sostén de la iglesia. Esto fue un ejemplo que todos querían seguir en la iglesia primitiva de los apóstoles, incluyendo Ananías y Safira.
El pecado de Ananías y Safira no era un simple pecado de equivocación o mentira; era un pecado de una incalculable magnitud; era un pecado que tenía como propósito engañar y defraudar a Dios.
Ananías y Safira estaban tratando de tener la alta estima espiritual que tenía Bernabé, a un precio más barato.
Hoy también puede suceder que nuestras contribuciones a la iglesia sean consideradas por el Cielo como un crimen. Mucho depende de la intención, o la motivación por la cual actuamos.
Dios no quiere nuestras propiedades, si no las entregamos como resultado de nuestro amor y lealtad hacia él. Si cuando entregamos el dinero recibido de Dios, nuestro corazón no se va con él, quizá haríamos mucho más bien en retenerlo que al entregarlo.
Toda contribución que se da para calmar la conciencia, o para hacer una demostración ante los demás, o por interés de conseguir algo a cambio, es un gran insulto a Dios. A la luz del relato de Ananías y Safira, podemos afirmar que, en estos casos, entre más grande es la contribución, mayor es el insulto, y más grande es el pecado.
Ananías y Safira estaban midiendo su sagacidad comercial en contra de la ignorancia comercial del apóstol Pedro, pero se les olvidó que el pecado era contra Dios y no contra el hombre; también se les olvidó que el apóstol Pedro estaba lleno del Espíritu Santo, a quien no se le puede mentir jamás.
“El amor al dinero es el principio de todo mal” El pecado nunca viene solo, y aquí encontramos que el amor al dinero trajo consigo la compañía de por los menos otros cuatro pecados.
1-El primer pecado de Ananías y Safira es el amor a la alabanza de los demás: deseaban conseguir esa alta estima y alabanza a un precio más barato que su vecino el hermano Bernabé.
2-El amor al dinero provee la fuerza que empuja la avaricia a trabajar.
3-El amor al dinero promovió la hipocresía en Ananías y Safira: ellos trataban de aparentar una dadivosidad y lealtad que no tenían.
4-El amor al dinero los llevó a mentir, se convirtieron en hijos del padre de la mentira; “él miente desde el principio.”
La pregunta que se hacen muchos es ¿Por qué Ananías y Safira fueron severamente castigados? No se les dio un tiempo para arrepentirse, no se les dio tiempo para considerar su transgresión, no se les dio tiempo para pedir perdón.
Estas son algunas respuestas sugerentes:
1-El pecado de ellos era demasiado grave, ellos tuvieron conocimiento de los dones espirituales que se distribuyeron por el poder del Espíritu Santo en el día del Pentecostés.
Su pecado fue contra del Espíritu Santo. Hay que notar que en el versículo 3, Pedro dice que el pecado de la mentira fue en contra del Espíritu Santo: “3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?”
En el versículo 4 Pedro dice que ellos mintieron en contra de Dios: “4°-Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.”
Más tarde, en el versículo 9, Pedro vuelve a recalcar que el pecado fue en contra del Espíritu Santo: “9°-Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.”
Con la secuencia que encontramos en estos tres versículos llegamos a la conclusión de que, sin duda alguna, el Espíritu Santo es tan Dios, como lo es el Padre o el Hijo: los tres conforman la Santísima Trinidad.
Hay muchas maneras de mentir. La vida de un hombre puede ser una total falsedad, sin que este hombre haya pronunciado con sus labios algo falso en su vida. Se puede mentir con una mirada, se puede mentir con una acción y también se miente con los labios.
Hay personas culpables de cometer las más grandes mentiras y lo único que dijeron fue… tal vez.
No hay mentira blanca; la mentira más blanca que se puede haber dado es tan negra como la misma palabra perdición.
Hay gente tan deshonesta al hablar que no llegan a distinguir entre la verdad y la mentira. Hay quienes mienten desde que comenzaron a tener el don del habla; hay otros que han aprendido a mentir casi a un nivel profesional, porque han sido muy bien entrenados por sus padres; estos últimos, cuando alcanzan la edad madura, se convierten en mentirosos empedernidos, mentirosos que alcanzan los límites del descaro.
2-El pecado de Ananías y Safira fue un pecado deliberado, no fue el resultado de una tentación espontánea ni inesperada. Ese pecado fue consultado entre ellos dos, llegando a un acuerdo en común para cometerlo. Fue un pecado cometido a sangre fría en todos sus aspectos, ellos decidieron deliberadamente mentir y ser hipócritas.
3-El pecado de Ananías y Safira posiblemente era un pecado antiguo en esta pareja, que colmó la misericordia de Dios. Dios nunca castiga a una persona severamente por un pecado inicial. Cuando Dios permite la exterminación de alguien, solamente lo hace porque la persona ha saturado su vida de pecado y ya la misericordia de Dios no puede hacer nada para salvarla del pecado. Cabe la posibilidad de que este pecado era una forma de vivir de esta pareja que nunca fue revelada al hombre, pero sí era plenamente conocido a los ojos de Dios.
4-Para lección de otros. La iglesia cristiana estaba en su infancia: con este castigo quedaba de ejemplo a los demás, para no jugar con el Espíritu Santo, quien, como el Padre y el Hijo, también es Dios.
Las tumbas de Ananías y Safira fueron dos sepulcros nuevos donde había un tipo de lamentación sin esperanzas, eran tumbas tristes, tumbas de mentirosos, tumbas de gente hipócrita. Ninguno de nosotros desea ser puesto en ese tipo de tumba, donde se recuerda a la persona por su mal proceder y por sus malas decisiones. Eso es, precisamente, lo que hace que en el fondo del corazón del humano se abrigue ese frío sentimiento de pérdida eterna.
Ananías y Safira: en un triste ejemplo de pecado para evitar.
Bernabé: es un feliz ejemplo de virtud para imitar.