El salmo de la seguridad

 

El salmo de la seguridad.

“Jehová es mi pastor; nada me faltará” Salmo 23:1.

Este precioso salmo de David condensa en su sencillo simbolismo las más importantes promesas de Dios. Ha sido llamado el Salmo del Cayado; pero podría ser también definido como el Salmo de la Seguridad, por la promesa de que nada nos faltará.

No nos faltará descanso: “En lugares de delicados pastos me hará descansar”.

No nos faltará agua: “Junto a aguas de reposo me pastoreará”.

No nos faltará perdón: “Confortará mi alma”.

No nos faltará dirección: “Me guiará por sendas de justicia”.

No nos faltará comida: “Preparas mesa delante de mí”.

No nos faltará alegría: “Unges mi cabeza con aceite”.

No nos faltará cosa alguna: “Mi copa está rebosando”.

No nos faltará nada en esta vida: “El bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”.

No nos faltará nada en la eternidad: “Y en la casa de Jehová moraré por largos días”.

Estas preciosas promesas fueron confirmadas por Jesús.

No nos faltará descanso: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

No nos faltará agua: “El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, también diga: ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed y quiera, venga y reciba el agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

No nos faltará perdón: “Pues, para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad de perdonar pecados en la tierra” (Marcos 2:10).

No nos faltará dirección y compañía: “Jesús respondió: ‘Yo Soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí’”. “y enseñadles a obedecer todo lo que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Juan 14:6; Mateo 28:20).

No nos faltará consolación: “y yo rogaré al Padre, para que os dé otro Consolador, que esté con vosotros siempre” (Juan 14:16).

No nos faltará alimento: “Entonces Jesús declaró: ‘Yo Soy el pan de vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre, el que cree en mí, no tendrá sed jamás’” (Juan 6:35).

No nos faltará gozo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo” (Juan 15:11).

No nos faltará cosa alguna: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, él os lo dé” (Juan 15:16).

No nos faltará nada en esta vida: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

No nos faltará nada en la eternidad: “Y cuando me vaya y os prepare lugar, vendré otra vez, y os llevaré conmigo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:3).

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Cuando hayas hecho todo lo que esté en tus manos para tratar de solucionarlos, déjale el resto a Jesús. Si te abandonas en Él, todo se resolverá con tranquilidad, según sus designios.

No te desesperes. No le dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirle el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos del alma y dile con calma: “Jesús, yo confío en Ti”.

Evita las preocupaciones, las angustias y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después. No estropees los planes de Dios queriéndole imponer tus ideas. Déjalo ser Dios y actuar con toda la libertad. Abandónate confiadamente en Él, reposa en Él, y deja en sus manos tu futuro. Dile frecuentemente: “Jesús, yo confío en Ti”, y no seas como el paciente que le pide al médico que lo cure, pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar en sus manos. No tengas miedo, Dios te ama.

Si crees que las cosas empeoraron, o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndole a todas horas: “Jesús, yo confío en Ti”. No ates las manos de Dios con tus preocupaciones inútiles; Satanás quiere eso: agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía solo en Dios, abandónate en Él. No te preocupes; echa en Dios todas las angustias y duerme tranquilamente. Dile siempre: “Jesús, yo confío en Ti”, y verás grandes milagros. Recuérdalo siempre: Confía en Dios.

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