Depender del trabajo es la adicción de este siglo. Actualmente, es difícil separarnos de nuestras labores, ya que podemos trabajar desde cualquier lugar. Desafortunadamente, cuando nos referimos al plan de la salvación, muchos traemos la inercia de nuestra vida laboral y pensamos que cuanto mayor sea nuestra actividad (aun eclesiástica), mejores nos considerará Dios. Más bien, lo que quiere es que dejemos de movernos de un lado a otro para contemplar lo que hizo mediante Jesucristo en la cruz del Calvario. Solamente al admirar a Cristo crucificado reflejamos su gloria y el poder del evangelio de una vida transformada es real en nuestra existencia. En la quietud y en el silencio, al meditar en el interés divino por rescatarnos, podemos descansar de nuestros intentos para cambiar nuestra naturaleza y encontrar auténtico reposo del peso de la carga de la culpabilidad.