Fieles en lo muy poco

1°-En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. 2°-Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios. (Daniel 1)

La historia de hoy nos muestra a un gobernante pagano que se encarga de castigar al pueblo “cristiano” porque éste se desvió del camino correcto. Al final, sin embargo, el monarca no-cristiano se convierte en cristiano. De esa forma trabaja nuestro misericordioso Dios con sus hijitos amados. ¡¡Gloria a Dios por su amor!!

El descontento de Dios con un rey pecador se hace claramente visible en este texto. Al retraer Dios su protección para el mundo judío, la calamidad golpeó al pueblo hebreo a través del agente de venganza e indignación divina, que en esta historia fue el rey Nabucodonosor.

Este es el problema de nosotros los hombres (por favor, lea despacio): cuando nos alejamos de Dios, la superstición usurpa el lugar que pertenece a la religión.

En otras palabras, cuando el hombre deja de confiar en Dios, la mayoría de las veces comienza a confiar en cualquier objeto ya sea que pertenezca a Dios o no, confía en ese objeto y lo tiene como un amuleto, y automáticamente queda sin protección contra los males que le rodean.

Cuando esto sucede, para quebrantar el espíritu de superstición, usualmente Dios permite que ese objeto de superstición caiga en manos de los enemigos.

Eso fue exactamente lo que pasó con Israel: dejó de confiar en Dios, y al dejar de confiar en Dios, la superstición tomó el lugar de la religión; entonces ellos comenzaron a confiar en algo que le pertenecía a Dios, como símbolo de protección y en este caso era el templo y todos los utensilios que había dentro del templo en Jerusalén.

Nabucodonosor entró al templo con todas sus tropas y se llevaron parte de los utensilios de la casa de Dios; se llevó los vasos consagrados a Dios. Los llevó a la tierra de Sinar, que es la misma Babilonia, y los puso en la casa de su dios.

Considerando de dónde habían sido tomados esos vasos, y considerando para el servicio que habían estado consagrados por siglos y siglos, sin duda alguna estos vasos fueron tratados como los más excelentes trofeos que algún rey pudiera ofrendar a los pies de su dios terrenal.

Pero toda victoria que se obtiene en contra de los hijos de Dios, también se considera como triunfo sobre el mismo Dios. Esas son victorias que siempre vienen acompañadas de desgracias, calamidades y desastres.

La gran victoria de los filisteos y su dios Dagón, cuando tomaron cautiva el arca del pacto de Dios, resultó en una de las más grandes desgracias y mortandad que pudo haber sufrido el pueblo filisteo en todos los tiempos.

Creer que hemos vencido a Dios y a sus hijos, es la fórmula perfecta para el sufrimiento, la calamidad, el dolor, la muerte y muchas veces la muerte eterna. “¡Dura cosa es dar coces contra el aguijón!” (Hechos 9:5)

Nabucodonosor invadió a Jerusalén; con su genialidad, con su gran ejército, tomó la ciudad con la destreza militar que poseía, Pero la Biblia dice: “…Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá…” (Daniel 1:2)

De esto aprendemos dos cosas muy importantes:

La primera es que la agencia de los hombres aquí en la tierra está dirigida por la misma oficina de Dios que está en el cielo.

La segunda es que, si bien la agencia terrenal es dirigida por la oficina celestial, el hombre y Dios no poseen la misma capacidad para producir los eventos. Nabucodonosor llegó a Jerusalén, la venció y la tomó, pero todo esto sucedió simple y sencillamente porque Dios así lo permitió.

Fue un día triste para Jerusalén: la nobleza de Israel fue llevada cautiva a Babilonia. La brillante juventud, en quienes la esperanza y el futuro de la nación hebrea estaban depositada, fueron llevados cautivos a un país extraño; entre ellos estaba Daniel.

Estos cautivos eran muy distinguidos por su belleza personal. Los orientales siempre han conectado la belleza de una persona con sus poderes mentales. Posiblemente Daniel era el paquete entero, ya que los judíos siempre han presentado a Daniel como un hombre alto, de hermoso semblante (es decir, muy guapo), y con una expresión sumamente bella.

Además, estos jóvenes eran muy inteligentes, tenían sabiduría, poseían conocimientos, y comprendían las ciencias: todo esto era dádiva de Dios. El rey de Babilonia había apartado a estos jóvenes para ser instruidos en el conocimiento de Babilonia. Su propósito principal era apartarlos de la religión hebrea y del Dios que ellos conocían y adoraban; de esta manera ellos llegarían a ser los futuros profetas del paganismo para el pueblo de Babilonia. Para esta posición importante necesitaban ser sabios e inteligentes y en los jóvenes hebreos, el rey de Babilonia encontraba todas las cualidades que se necesitaban.

La realidad de estos jóvenes era la tristeza y la decepción; a su temprana edad, su felicidad había sido truncada y su esperanza de prosperidad también había sido exterminada.

En sus cantos se podía entender la profunda tristeza y nostalgia que pasaban en tierra extraña. El salmo “En las riberas de Babilonia” es uno de ellos: “Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos, al acordarnos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Pues allí los que nos habían llevado cautivos nos pedían canciones, y los que nos atormentaban nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos alguno de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos la canción del Señor en tierra extraña? Si me olvido de ti, oh, Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Péguese mi lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no enaltezco a Jerusalén sobre mi supremo gozo. Recuerda, oh, Señor, contra los hijos de Edom el día de Jerusalén, quienes dijeron: Arrasadla, arrasadla hasta sus cimientos. Oh, hija de Babilonia, la devastada, bienaventurado el que te devuelva el pago con que nos pagaste. Bienaventurado será el que tome y estrelle tus pequeños contra la peña.” Salmo 137:2-9

Cambio de nombres

“Dan:6,7 Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. Y el jefe de los oficiales les puso nuevos nombres: a Daniel le puso Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.”

La importancia de los nombres se asocia con los asuntos espirituales, religiosos y bíblicos, tanto para los judíos como también para los cristianos. En el mundo pagano los nombres que se les dan a los hijos lo asocian con las deidades paganas. Daniel, Ananías, Misael y Azarías tenían nombre con significados bíblicos; pero en Babilonia les cambiaron sus nombres bíblicos por nombres que tenían significados idolátricos.

Daniel significa “Dios es mi juez.” En Babilonia fue llamado Beltsasar, que era un derivado del nombre del dios más importante de los babilonios, que fue Bel.

Ananías significa “Dios es mi gracia y mi favor.” En Babilonia fue llamado Sadrac, que significa “Inspiración del dios sol.”

Misael es la composición de dos nombres hebreos, que en conjunto significa “Semblanza de Dios.” En Babilonia fue llamado Mesac, que significa “siervo de dios del placer”
El dios del placer y la belleza de los babilonios era Sac.

Azarías significa “Dios es mi ayuda.” En Babilonia fue llamado Abed-Nego, que significa “siervo de la luz brillante” o, en otras palabras, “siervo de Lucifer.”

Babilonia llegó muy tarde a la vida de estos cuatro jóvenes hebreos. Los caldeos pudieron cambiar sus nombres, pero nunca pudieron cambiar sus principios. Toda instrucción que se da a los niños en su edad temprana es difícil de ser borrada; estas tempranas instrucciones son las impresiones que tienen duración eterna en la mente de los niños. Esas instrucciones se enraízan en la mente de los niños hasta formarlos en hombres, y constituyen de esa manera el molde de los seres humanos al llegar a la adultez. Bien sentenció el sabio salmista: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él.” (Proverbios 22:6)

Las palabras habladas a los niños son como las palabras habladas en la galería de los susurros, que aparentemente no se escuchan, ni hacen su efecto inmediatamente; pero su efecto se produce un tiempo después, quizá años más tarde y sus ecos repercuten en los caminos más remotos de la vida. Los gobernantes pueden cambiar el nombre, pero nunca el corazón de un verdadero hijo de Dios.

¡Qué ejemplo para la moderna juventud adventista!

1 Honra al hombre de valor,
pronto a obedecer
el mandato del Señor,
tal cual lo fue Daniel.

Coro:

A Daniel imita;
dalo a conocer;
muéstrate resuelto y firme,
aunque solo estés.

2 Muchos yacen sin valor,
que pudieran ser
nobles héroes del Señor,
tal cual lo fue Daniel.

3 Lucha en nombre del Señor
sin desfallecer.
Sé en la lucha vencedor,
tal cual lo fue Daniel.

HIMNARIO ADVENTISTA antiguo 513

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