La seguridad del triunfo

 

La seguridad del triunfo.

“Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los Mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” Apocalipsis 12:17.

El pastor Enoch de Oliveira cuenta una experiencia que vivió hace algunos años: “Hace algunos años me encontré accidentalmente con un ex pastor adventista con el que, a pesar de nuestras diferencias teológicas, cultivábamos todavía una relación amistosa.

En un momento de crisis, cuestionó la genuinidad de nuestro mensaje, abandonó la iglesia y fundó otro movimiento religioso. Pero cosechó amargos chascos. Su grupo religioso no prosperó”.

¿Nutrimos también nosotros alguna duda sobre la autenticidad del adventismo y sus fundamentos bíblicos? ¿Vacilamos en nuestra convicción de que la mano de Dios dirige este movimiento?

El pastor continúa y cuenta otra de sus anécdotas de aún más años atrás: “Cuando estudiaba en nuestro colegio, la carretera que unía la institución con la ciudad no era pavimentada. Durante la estación de las lluvias se hacía casi intransitable. Un día un ingeniero de la municipalidad fue al colegio para conversar con el director sobre la carretera y su estado precario. Todavía me acuerdo de sus palabras: ‘Hay tres enemigos que militan contra la conservación de los caminos. El primer enemigo es el agua en su proceso de infiltración. El segundo enemigo es el agua erosionando el suelo. Y el tercer enemigo es el agua que abre profundos surcos, arruinando la superficie plana de las carreteras no pavimentadas’”.

Usando el mismo recurso de lenguaje, podemos decir que existen tres enemigos que militan contra la confianza en nuestro mensaje. El primer enemigo es la duda en el fundamento bíblico de nuestra fe. El segundo enemigo es la duda en el endoso profético de nuestra esperanza. Y el tercer enemigo es también la duda en las inconfundibles promesas de Dios.

Pero no tenemos razones para dudar. En la Palabra encontramos elocuentes evidencias de que este movimiento surgió por inspiración divina y, guiado por la mano de la Providencia, triunfará.

La mensajera de Dios dice: “Necesitamos tener una fe verdadera, permanente, de que este mensaje irá adelante, con importancia creciente, hasta el tiempo del fin” (Testimonies, t. 9, p. 154).

Ella dice también que este movimiento concluirá su misión: “Vi que este mensaje terminaría con fuerza y vigor muy superiores al clamor de medianoche” (Primeros escritos, p. 278). No tenemos, pues, razones para dudar de las promesas de Dios.

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