La vitamina D.
Esta información es recopilada gracias a estudios realizados por Peter N. Landless, quien es cardiólogo nuclear certificado y director del Departamento de Ministerios de Salud de la Asociación General, y también por Allan R. Handysides, quien es ginecólogo certificado y exdirector del Departamento de Ministerios de Salud de la Asociación General.
La vitamina D, conocida también como “la vitamina del sol”, juega un papel fundamental a la hora de metabolizar el calcio y en la conformación y fortaleza de los huesos. Es en realidad una hormona producida en el cuerpo, que depende de la exposición de nuestra piel a los rayos ultravioletas del sol (de allí su nombre “vitamina del sol”).
En un comienzo, se creía que la vitamina D era mayormente un nutriente que ayudaba a prevenir el raquitismo infantil. Esa enfermedad produce el ablandamiento y la debilidad de los huesos como resultado de una deficiencia de vitamina D y la anormalidad resultante en el metabolismo del calcio. Cuando esto se produce en los adultos, los huesos se descalcifican y se tornan menos densos (o fuertes), una afección conocida como la osteomalacia, que precede a la osteoporosis.
La vitamina D incrementa la absorción del calcio en el intestino delgado.
También influye sobre las células del hueso para que liberen calcio en la sangre, lo que mantiene niveles normales de calcio en la sangre, que estimulan el crecimiento. El hueso es un tejido dinámico que experimenta cambios y fortalecimientos todo el tiempo; el proceso se denomina “remodelado”, y es muy importante para la curación y reparación de las fracturas.
Las investigaciones han mostrado que la mayoría de las células del cuerpo humano poseen receptores de vitamina D, en los cuales la vitamina se adhiere y dispara ciertos procesos celulares.
La vitamina D posee un metabolismo muy complejo y numerosos componentes relacionados. La sustancia producida en la piel (y también disponible en alimentos y suplementos) se convierte al ser procesada por el hígado en 25-hidroxivitamina D, o calcifediol. En los riñones, se convierte a la forma activa de la vitamina D, 1,25-dehidroxivitamina D3. La vitamina D es soluble en grasa (requiere grasa para su absorción). Puede ser almacenada para los momentos en los que no tenemos exposición al sol (según el clima, las estaciones, la vestimenta y el uso de protector solar).
Recibimos la vitamina D mayormente de la luz solar y el metabolismo en la piel.
Solo unos pocos alimentos: los pescados grasos, el aceite de hígado de bacalao, las yemas de huevo y algunos hongos comestibles (como el shitake) contienen vitamina D en su estado natural. Nuestras principales fuentes alimentarias son productos fortificados tales como la miel, algunas leches y yogur de soya, el yogur de leche de vaca, el queso, el jugo de naranja, la margarina, los cereales para el desayuno y la fórmula para lactantes.
Si un análisis determinara que tú tienes niveles escasos de vitamina D, después de darte algunas dosis para que incrementen tus niveles, se suele usar una dosis para mantenerte entre los 800 a 2000 IU (Unidades Internacionales) por día. Esto tiene que ser llevado a cabo bajo supervisión médica; cada individuo puede responder de manera diferente a la dosis, y se necesitan otras pruebas que garanticen la dosis correcta.
La exposición a la luz del sol varía según la región del mundo y el estilo de vida de las diversas comunidades. La exposición excesiva al sol incrementa los riesgos de sufrir cáncer de piel.
Los siguientes factores pueden contribuir a escasos niveles de vitamina D:
- Menor exposición en algunas regiones, en especial en invierno.
- Piel más oscura (reduce la penetración de los rayos ultravioletas).
- La piel disminuye su capacidad de producir vitamina D a medida que el cuerpo envejece.
- Los protectores solares (aunque son importantes para prevenir el cáncer de piel, pueden reducir la producción de vitamina D hasta en un 99 por ciento).
- La baja ingesta de alimentos fortificados.
- La obesidad (la vitamina D puede quedar atrapada en los tejidos grasos).
- Los trastornos digestivos o cirugías.
- Ciertos medicamentos.
- Fallas en el funcionamiento hepático o renal.
Además de la salud ósea, numerosos estudios de observación han conectado otras enfermedades y sus efectos con bajos niveles de vitamina D. Entre ellas se encuentra el asma, la artritis, diversos tipos de cáncer, la demencia, la depresión, las enfermedades coronarias, la hipertensión, el Parkinson y las infecciones.
Entre tanto, analiza tu situación y necesidades personales con tu consejero de salud.
¡Que Dios te guíe para tomar decisiones sabias!