Ritos y rituales

«Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

Es una muy buena oportunidad para entender la importancia de nuestros rituales, pues en muchos lugares ellos vienen siendo atacados o considerados de poco valor. Así, fuego extraño es introducido en la iglesia. Cada miembro debe conocerlos y procurar seguirlos con celo y cuidado. Debe ser respetado aquello que está escrito.

Los rituales son momentos muy solemnes. No se los puede vulgarizar como algo común. Se centran en la muerte y en la segunda venida de JESÚS. Debemos entender eso con solemne raciocinio y devoción. “El sacrificio del Salvador por nosotros es maravilloso, casi demasiado maravilloso para que lo comprenda el hombre, y estaba simbolizado en todos los sacrificios del pasado, en todos los servicios del santuario simbólico. Y se demandaba ese sacrificio. Cuando comprendemos que el sufrimiento de Cristo fue necesario a fin de conseguir nuestro bienestar eterno, nuestros corazones son conmovidos y subyugados. Él se dio en fianza a sí mismo para realizar nuestra salvación plena en una forma satisfactoria para las demandas de la justicia de Dios, y de acuerdo con la excelsa santidad de su ley” (Mensajes Selectos, v.1, 363)

Vale la invitación para que redoblemos el cuidado. Es de nuestra responsabilidad, por nuestra vida y por el testimonio ante los otros, que seamos ejemplos vivos y correctos para que eso contribuya con nuestra salvación y la de muchas otras personas. Los rituales ayudan en ese sentido, dependiendo de cómo los valorizamos y observamos. Por si mismos, ellos no salvan, pero contribuyen para que tengamos el carácter de los salvos.

Las ordenanzas de la Iglesia Adventista son tres: bautismo, rito de humildad y santa cena. Fueron ordenadas por JESÚS, de acuerdo con Mateo 28:19-20, Juan 13:14 y 1 Corintios 11:23-26. Así cumplimos lo que JESÚS determinó, conforme se encuentra en la Biblia.

Es importante dejar claro que una ordenanza no es en sí, un medio de salvación ni que cumpliendo las ordenanzas se tiene asegurada la salvación. Esas ordenanzas tienen objetivos bien claros y por eso son importantes. La salvación es un acto racional que ocurre entre el pecador y el Salvador.

El bautismo instituido por JESÚS, en lugar de la circuncisión, debe ser por inmersión y solo puede ser aplicado a personas que tengan conciencia de lo que están haciendo, de la decisión que están tomando. Es algo muy serio y solemne, que jamás debiera ser degradado. El bautismo de niños no es una institución divina. Entró en el cristianismo en el año 416, como poseyendo poderes mágicos capaces de lavar los pecados y tornar a los niños agradables a DIOS, garantizándoles la salvación. Bautizar un niño, digamos de pocos días o semanas, o incluso de pocos años, que aún no sea capaz de entender lo que está haciendo, no es más que bautizar un navío o un avión, como se acostumbra a hacer. Es apenas una solemnidad sin ningún valor espiritual, y si practicada en nuestra iglesia, aunque debe ser muy raro, se trata de fuego extraño que tendrá consecuencias graves para quien participe en ello.

De nuestro manual sacaremos algunos párrafos sobre el bautismo. Partes de ellos no están más siendo seguidas, lo que significa rebeldía de quienes así proceden, lo que también tendrá sus consecuencias. “El bautismo por inmersión simboliza la muerte, la sepultura y la resurrección de CRISTO; expresa abiertamente la fe en su gracia salvadora y la renuncia al pecado y al mundo; y es reconocido como condición de entrada en la comunión de la iglesia.” (Manual de la iglesia, 2000, p. 213)

Es un rito de admisión a la Iglesia. El candidato debe ser fielmente instruido. Es el deber de cada pastor instruir a los que acepten los principios de la verdad, para que ingresen a la Iglesia en una sólida base espiritual. Debe haber arrepentimiento para ser bautizado. El bautismo representa una solemnísima renuncia al mundo. Quien se bautiza se torna miembro de la familia real, hijo del Padre celestial. No se puede confiar meramente en la profesión de fe como tan solo decir “yo creo”, sino que se debe practicar la verdad. Dar prueba de haber experimentado el nuevo nacimiento y de estar disfrutando una experiencia espiritual. Solo los que están convertidos pueden entrar en esa relación. Únicamente así puede ser preservada la pureza y la posición espiritual de la Iglesia.

Para que haya el bautismo, debe haber examen público de que el candidato está bien instruido. “El trabajo del pastor no estará completo sin que tenga instruido cabalmente a los candidatos, de modo que conozcan y adopten todas las creencias fundamentales y prácticas de la Iglesia…Nuestras iglesias deben insistir en la aplicación de estas normas como principios orientadores en la aceptación de nuevos miembros. Por medio de su junta, ellas (las Iglesias) también deben insistir en que los candidatos sean instruidos individualmente, y, además, siempre que sea posible, que sean adoctrinados en una clase bautismal.

El bautismo es una ordenanza de CRISTO. Y, muy tristemente, seguidamente estamos presenciando su vulgarización. ¿Cómo se puede aceptar el procedimiento de un ministro ordenado que precisa quitar, discretamente, los aretes de una candidata para que pueda entrar en el bautisterio? ¿Y el bautismo de personas que no recibieron estudio, sino que apenas escucharon uno o dos sermones? DIOS cobrará esos actos rebeldes de quien los practica. Pero eso no quiere decir que esta no sea la iglesia verdadera, eso solo quiere decir que hay enemigos tan rebeldes cuanto el gran apóstata, actuando como si fuesen ministros de DIOS.

“Entre las revelaciones que he recibido se destaca con fuerza la de que muchos se apartarán de nosotros, dando oído a espíritus seductores y doctrinas de demonios. El Señor desea que toda alma que pretende creer la verdad tenga un conocimiento inteligente de lo que es esa verdad. Se levantarán falsos profetas y engañarán a muchos. Todo lo que pueda ser sacudido será sacudido. ¿No debe toda persona, pues, llegar a comprender las razones de nuestra fe? En lugar de tener tantos sermones, debe haber un escudriñamiento más profundo de la Palabra de Dios, abriendo las Escrituras, texto por texto, e investigando para encontrar las poderosas evidencias que sostienen las doctrinas fundamentales que nos han guiado hasta donde estamos, sobre la plataforma de la verdad eterna” (Evangelismo, 267)

La ordenanza de la humildad. Para ser ciudadanos del Reino de DIOS, para que seamos capaces de amar y ser amados, para que seamos superiores, grandes y útiles, precisamos ser humildes. La humildad es la verdadera grandeza, una grandeza que es capaz de ser útil a los otros, aquella que, por su actuación, promueve la vida, la paz y el crecimiento en los otros.

Ser un dominador es muy fácil. ¿Qué se necesita? Tener poder para subyugar a los otros. Para eso no se precisa ser muy capaz, basta tener la fuerza, por ejemplo, estar armado o tener a su disposición un grupo de bandidos dispuestos a golpear a los otros. O como es usual, tener un ejército a su disposición. También puede tener poder por disposición legal que le da el derecho de mandar, y a los otros el deber de obedecer. No es así como funciona el Reino de DIOS. Ni las personas que se identifican con tal tipo de poder, el de la dominación, están aptas a pertenecer a ese reino. Si no mudan, nunca serán ciudadanas del Reino del Amor.

¿Qué se necesita para ser capaz de servir? No se necesita del poder de alguna arma ni de bandidos o algo parecido. No se necesita de ejército. Lo que se necesita es tener mucha inteligencia y capacidad para realmente servir. Por ejemplo, si es Ud. pintor de edificios, en esa actividad es capaz de servir a otros pintores porque conoce el oficio. Pero no sería apto a servir (ayudar) a un pintor de carros, porque es diferente. ¿Y sería capaz de ayudar a un médico? ¿O a un administrador? ¿O a una profesora? ¿O a un piloto de avión? Solo es capaz de servir a otro pintor. Sin embargo, para mandar en ellos es muy fácil, basta tener algún tipo de poder, y hará que todos ellos y otros profesionales más le obedezcan. ¡Y pobre de aquel que no colabora!

¿Vio la diferencia entre servir y dominar? El que sirve, en primer lugar, tiene que ser humilde, si no tendrá el deseo de dominar. Después, tiene que ser capaz. Y cuanto más capaz, servirá mucho mejor. DIOS tiene todas las capacidades, evidentemente Él es el más humilde de todos, solo Él consigue servir a todos. Luego, servir es algo infinitamente superior, solo que, en esta Tierra, quien sirve es visto como algo inferior, y quien manda y domina, ese sí es exaltado.

Como en nuestro planeta lo que las personas realmente quieren es dominar, JESÚS nos dejó una ordenanza. Fue dada para que cultivemos la humildad y para que sepamos cuán importante es para la ciudadanía celestial, y también para la buena convivencia entre nosotros. Es el rito de humildad o lavamiento de los pies. Esa ordenanza precisa ser seguida como un contrapeso al orden natural del pecado, que lleva a querer ser más que los otros, aprovecharse de los otros, dominar sobre los otros subyugándolos. Si deseamos ser ciudadanos del Cielo, debemos buscar cotidianamente mediante una vida práctica, servir y no ser servidos. Así como fue JESÚS. Para mantenernos atentos a la necesidad de ser humildes, debemos practicar el rito del lavamiento de los pies.

Este ritual es considerado, incluso en nuestros días, como un acto un tanto repulsivo. ¡Lavar los pies de otro! Son sucios, hay que agacharse, sin banquito para sentar, después hay que secar bien, se puede contaminar las manos, etc. ¿A alguien le gusta lavar los pies de otro? Exactamente ese acto no deseado por nadie es muy apropiado para que cultivemos la humildad. Y aunque nos lavemos recíprocamente los pies, el caso de JESÚS fue mucho peor, pues tuvo que lavar los pies de todos y nadie se dispuso a siquiera lavarle los pies, solo aquella pecadora que lo hizo con perfume, y que los secó con sus propios cabellos. El objetivo de lavar los pies de otros es vital para nosotros: cultivar por su intermedio la virtud de la humildad, para que comprendamos la importancia de servir y la inutilidad de querer ser servido, en el Reino de DIOS.

La cena del señor. El rito de humildad nos dice que solo los humildes vencerán, que solo ellos estarán aptos para ser ciudadanos del reino en que el Rey es humilde y el cual venció el mal por medio de la demostración de humildad. La santa cena nos recuerda que nuestra salvación depende de la muerte de JESÚS en la cruz, y que Él quiere salvarnos y realizar una cena celebrando nuestra entrada al Cielo. El lavamiento de los pies fue una nueva institución de CRISTO, pero la santa cena substituyó la celebración de la pascua de los judíos. Así como ellos recordaban que fueron libertados de la esclavitud egipcia, y esperaban la venida del Cordero de DIOS que moriría por ellos, la santa cena fue instituida, desde la noche anterior a la muerte de CRISTO, para recordarnos que Él ya murió por nosotros, resucitó victorioso, nos libró de la esclavitud del pecado y que ahora solo falta que regrese para buscar a aquellos que creyeron en Él. Mientras JESÚS no vuelve, tenemos la esperanza del cumplimiento de esa promesa.

El rito de la comunión señala la segunda venida de Cristo. Estaba destinado a mantener esta esperanza viva en la mente de los discípulos. En cualquier oportunidad en que se reuniesen para conmemorar su muerte, relataban cómo él “tomando el vaso, y hechas gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados. Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.” Mat. 26: 27-29. En su tribulación, hallaban consuelo en la esperanza del regreso de su Señor. Les era indeciblemente precioso el pensamiento: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga” 1 Cor. 11:26.” (El Deseado de todas las Naciones, 659)

Resumiendo: el bautismo es un acto consciente de una persona que, con conocimiento por medio de estudios e instrucciones, consigue establecer la diferencia entre el Reino de DIOS y el Imperio de Lucifer. Por voluntad propia, ella siente el deseo de obtener la ciudadanía celestial. Entonces, declara esa voluntad por medio del bautismo, teniendo consciencia de que ese rito representa morir para el mundo y resucitar con CRISTO para, en futura transformación, vivir eternamente. Ella sabe que a partir de aquel día optó por una otra vida, una vida de santificación y sus resultados. Es un nuevo ser.

El lavamiento de pies es un acto de humildad que nos recuerda que los ciudadanos celestiales, comenzando por su rey, son personas humildes. Ellos se desligaron de todas aquellas nociones y principios presentes en los atractivos de adornos y medios de llamar la atención para sí y del deseo de dominar sobre los otros para vivir un nuevo estilo de vida, despojado de aquello que solo sirve de ornamento artificial e inútil para la belleza del carácter y de la salud natural.

La santa cena es el acto culminante de las ordenanzas. Por ese rito, con tristeza, nos acordamos de la muerte de JESÚS por causa de nuestros pecados, pero también de su promesa de que vendrá otra vez para una cena en ambiente inimaginable. Estaremos allá siendo servidos por nuestro Salvador. “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles” (Lucas 12:37).

¿Cuándo podremos participar de esa cena? ¡Pronto, muy pronto!

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