Un tiempo para Dios

 

Un tiempo para Dios.

“Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré” Salmo 5:3.

El pastor Richard O’Ffill cuenta una anécdota que ocurrió una vez en su hogar. Relata que su hijo menor trabajaba en los jardines de una clínica de reposo. Durante la semana, guardaba la ropa de trabajo en la clínica y el viernes la llevaba a su casa para que su madre la lavara. Una tarde lluviosa de viernes, la esposa de este pastor le pidió que saliera y llevara la ropa sucia que su hijo había dejado en el automóvil. Como llovía demasiado fuerte, para salir, además de la canasta, el pastor tomó un paraguas. Ya en el auto, fue poniendo la ropa sucia en la canasta hasta llenarla. No quería hacer un segundo viaje; así que amontonó el resto de la ropa sobre la canasta llena. Luego se dispuso a regresar a la casa. Pero, mientras caminaba bajo la lluvia, la ropa que amontonó de más empezó a caer al suelo.

Este relato puede parecer que no tiene sentido, pero podemos aprender algo de esto: no podemos poner nada nuevo dentro de algo que ya está lleno. La moraleja de este pequeño incidente es: Si queremos añadir algo más en nuestra vida, antes tendremos que sacar otra cosa.

Tal vez desde que comenzó este año comenzamos el primer día meditando en la lectura de nuestro matinal, nuestro año bíblico o incluso con nuestro folleto de escuela sabática. Pero esta buena costumbre no dura a menos de que hagamos de ella algo prioritario e impida que cualquier otra cosa ocupe su lugar. Tal vez a día de hoy has perdido casi por completo el deseo de escudriñar la Palabra de Dios, de mantener una conexión con él y dedicar un tiempo especial día con día para poder fortalecer tu espíritu. Si vas a pasar este tiempo con Dios, como ahora puedes estar haciéndolo a través de esta reflexión, con tu lección, orando… en fin, con cualquier práctica que te haga elevar y conectar tu mente con Él, no pienses en cómo “ganar tiempo”. No podemos ganar tiempo. Solo disponemos de veinticuatro horas al día. Tendrás que reservar tiempo para dedicarlo al Señor. Es preciso que en la canasta del tiempo de nuestra vida haya espacio; de lo contrario, nuestra vida espiritual decaerá. ¿Comprendes la moraleja ahora?

El objetivo de escudriñar las Escrituras y orar diariamente es conseguir que el Evangelio según Jesús sea una realidad en nuestras vidas.

Imagina que estás hambriento y no tienes nada qué comer. En 1969, en el mundo murieron de hambre alrededor de diez millones de personas. En 1997 la Cruz Roja alemana informaba que solo en Corea del Norte murieron de hambre alrededor de dos millones de personas. El sitio web CNNhealth.com informa que en 2009 uno de cada seis habitantes del mundo pasaba hambre.

Sin comida ni agua para beber, la gente muere. Se considera que quienes no comen lo suficiente están malnutridos, lo que los convierte en víctimas fáciles de las enfermedades. El hambre es una tragedia de proporciones inmensas.

Muchos cristianos pasan hambre innecesariamente. Quien se está muriendo de hambre o está malnutrido lo sabe. Lamentablemente, es posible que las personas malnutridas espiritualmente no se den cuenta de ello o piensen que se las arreglarán para sobrevivir en cualquier situación. Podríamos decir que padecen “anorexia espiritual”. La anorexia es un trastorno que tiene una base emocional e impide, a quien la padece, comer alimentos en cantidades normales. Un anoréxico aprende a vivir sin comer y, tarde o temprano, acaba por perder el apetito. Hay personas que, en lugar de hambre y sed de justicia, han aprendido a vivir sin alimento espiritual. En consecuencia, su vida espiritual se consume. Sin embargo, los que tienen hambre y sed de justicia quedarán saciados con su ración diaria de la Palabra de Dios y la oración. Tienen una vida de adoración fiel y activa porque dedican un tiempo de calidad a Jesús.

Algunos cristianos dicen que no tienen tiempo para estar con el Señor. Suenan extraño, porque, en apariencia, tienen mucho tiempo para lo que consideran que es importante para ellos. Esto significa que de la vida habrá que quitar algo de menor importancia.

Jesús nos invita a desayunar espiritualmente con él cada día. Cuando aceptemos su invitación podremos “gustar y ver que es bueno Jehová” (Salmo 34:8).

La Palabra de Dios y la oración también se asemejan a “tomar medicina”. Hablemos de un padecimiento peculiar que los doctores denominan “fibrilación atrial o auricular”. Este padecimiento provoca un ritmo irregular en el latido del corazón. El resultado de esto es que las aurículas, las cámaras superiores del corazón, no pueden vaciar todo su contenido en los ventrículos, las cámaras inferiores; lo que, en última instancia, significa que la persona que padece esto corre el riesgo de sufrir una embolia cerebral. El riesgo es pequeño, pero no deja de ser un riesgo.

Por lo general se recomienda a estos pacientes un medicamento que diluya la sangre. Esto reduce enormemente la posibilidad de desarrollar un coágulo que podría paralizarlo o costarle la vida.

Tal vez tú padezcas de fibrilación atrial, pero te enfrentas a otro desafío: tu corazón espiritual. Para mantenerlo sano también tienes que tomar cada día tu “medicina”. Eso es, tienes que orar y estudiar la Biblia. Ese medicamento no es solo para ti, sino para toda tu familia. El culto familiar es un tiempo dedicado a cantar, a orar y a estudiar juntos la Palabra de Dios. Si hasta ahora en tu casa no existe la costumbre del culto familiar, esta es una buena ocasión para empezar.

Ahora te invito a cerrar los ojos y orar para que desde hoy Jesús entre como nunca antes en tu vida y en las vidas de aquellos que amas. No le des solo tiempo, entrégale también tu corazón. Una conversación con Dios lo cambia todo; por eso, asegúrate de dedicar diariamente un tiempo para Dios.

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